domingo, 27 de abril de 2008

Novela para un pueblo invisible

Cuando recibió el Premio Alfaguara de Novela 2007, Luis Leante declaró: "Estoy dispuesto a arañar las conciencias y denunciar la trágica situación que vive el pueblo saharaui". El jurado que lo distinguió, presidido por Vargas Llosa, hubo de reconocer que Mira si yo te querré se internaba en "un contexto novedoso y didáctico: el mundo de la comunidad saharaui en los campos de refugiados". Novedoso, pues muy poca literatura se ha atrevido a rescatar de la invisibilidad a aquel pueblo, condenado a una invasión de su territorio y un éxodo que dura más de 30 años; didáctico, pues es cierto que el libro de Leante no profundiza en la cuestión política, pero incita a hacerlo, a que el lector utilice el papel o la Red para conocer algo más de lo que sucedió en los tiempos de la marcha verde y la agonía de nuestro dictador. Desde entonces hasta aquí, mucha palabrería diplomática pero pocos resultados prácticos: Marruecos continúa colonizando el Sáhara Occidental, poblándolo de súbditos del sátrapa de turno (ayer Hassan II, hoy Mohamed VI) con el beneplácito de los Estados Unidos y el silencio aquiescente de los gobernantes españoles, incluido Rodríguez Zapatero; seguramente el de este último es el que más duele, pues muchos simpatizantes de izquierda hemos confiado en él como único modo de alejarnos de la caverna, pero en la cuestión saharaui hemos de reconocer que nos ha defraudado, nos está defraudando, ojalá no nos defraude del todo.

Entre Barcelona y Argelia

En el plano estrictamente literario, el texto de Leante, historia de un amor frustrado que con el tiempo se intenta recuperar, se articula en dos planos temporales (mediados de los 70 del siglo XX, comienzos del XXI) cada uno de los cuales se fragmenta en piezas que conforman un puzzle trabajadísimo. La narración transcurre, así mismo, en dos escenografías distintas: Barcelona, posiblemente como homenaje al gran Marsé; y los campos de refugiados en Argelia, lugar que el autor conoce bien, no solo bibliográficamente, sino sobre el terreno. Personalmente, la novela me resulta apasionante cuando se traslada al territorio africano y la encuentro mejorable en las líneas que suceden en la ciudad catalana, como si Luis se hubiese apresurado a redactar esta parte para recrearse (y disfrutar como escritor) con aquella.

En todo caso, se trata de un libro con muchos valores, más allá del señalado al comienzo. Es una novela histórica que acompaña a una novela de amor que acompaña a una novela de aventuras. Es un relato que podría hacer las delicias de un buen director de cine, pues le sobran elementos para convertirse en buena película: historia de amor, exotismo, aventuras, misterio, juegos temporales... Y el final (que no desvelaré, no se preocupen), lejos de resultar de un edulcorado subido (juro que lo temí por momentos), deja un poso de amargura que humaniza el relato. Así que una vez más Alfaguara confirma que su premio es no solo de los más honestos, sino también de los más útiles que se dan a la literatura en español.

jueves, 24 de abril de 2008

Carlos Franz: “No veo conflicto alguno entre la galaxia de Gutenberg y la de Mac Luhan”

El pasado mes de marzo el escritor chileno Carlos Franz estuvo en Alicante para participar en el ciclo Narradores latinoamericanos en La Sede y presentar la página electrónica que le ha dedicado la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Llegó con su último libro todavía caliente, Almuerzo de vampiros, novela que publicó en España la editorial Alfaguara a principios de año.

Franz nació en Ginebra, en 1959. En 2005 obtuvo el premio literario más importante y tradicional de Argentina, que entrega el periódico La Nación, por su novela El desierto (publicada en España por Mondadori). Es autor de El lugar donde estuvo el paraíso, primer finalista del Premio Internacional Planeta Argentina 1996, llevada al cine por Gerardo Herrero con guión de Jorge Goldenberg y Federico Luppi en el papel protagonista. Desde 2006 desempeña el cargo de Agregado Cultural de su país en la embajada española.

Pregunta. Si le parece, empecemos por su Almuerzo de vampiros. Me encanta la dedicatoria: “Para Diego Maquieira, que no lee novelas”. ¿Se puede contar quién es Maquieira y por qué no le gusta ese género?
Respuesta. Maquieira es un gran poeta chileno, tan puro que no se acerca a la prosa ni para leerla. Durante muchos años tuvimos una tertulia con él y otros amigos en Santiago de Chile. Al dedicarle este libro quise sintetizar en él la belleza de esa amistad. Contra lo usual, ésta no fue una capilla literaria, a pesar de que todos fuéramos escritores. Éramos y seguimos siendo amigos sin obligación de leernos mutuamente. Aunque a veces cayéramos también en esa imperdonable debilidad.
P. ¿Quiénes son los vampiros del título de su novela?
R. Muertos vivos, por supuesto. ¿Quién no los ha visto? Se pasean por Madrid o por Santiago, o Alicante; de día, claro. ¿Quién que haya vivido de verdad, intensamente, no ha muerto un poco en el proceso? Mueren ilusiones, ideales, mitos; sobrevive el cuerpo. Como dice el profesor de la novela: la madurez es la muerte de la sensibilidad a manos de la experiencia. En un sentido más restringido, hay una lectura política también: válida para Chile, España o, en general, esta época mundial de las post-utopías. Los vampiros son aquellos idealistas de ayer que para triunfar en el materialismo de hoy han sacrificado su alma.
P. Escribió Almuerzo de vampiros en Madrid, entre marzo de 2005 y octubre de 2006. ¿Necesitaba distanciarse de su país para aproximarse de esa forma a él?
R. Salí de Chile hace más de ocho años creyendo que no necesitaba ninguna distancia. Ésta operó a pesar de mí, supongo. Sobre todo en hacerme oír mi propia lengua como un dialecto. El proceso se acentuó cuando me vine de Londres a Madrid creyendo que volvía a mi lengua y me encontré en medio de otra variante de ella. Ésta es una de las experiencias más ricas y duras a la vez que puede vivir un escritor: escuchar su propio lenguaje como si fuera ajeno. Ése es otro tema de esta novela: los cambios en el corazón y en la cabeza se notan primero que nada, antes que los sienta el propio vampiro, en su lengua.
P. Seguramente su trabajo más conocido en España es la novela El lugar donde estuvo el paraíso, convertida en película. ¿Le pongo en un compromiso si le pregunto por aquella adaptación?
R. Es un guión muy fiel. Pero la película me resultó ajena. Entiendo que a muchos escritores les ocurre algo similar cuando los “adaptan”. Es que la literatura como yo la entiendo es idioma, es música, es la manera de decir la historia, no sólo la historia misma. Desvestida, despellejada de esa piel, la novela se queda en los huesos.
P. Hablemos de su presencia en cervantesvirtual.com. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿Qué ventajas tiene para un escritor en activo “estar en la Red”?
R. Me invitaron hace un par de años, y la verdad es que me siento honrado. No veo conflicto alguno entre la galaxia de Gutenberg y la de Mac Luhan. Al contrario, ésta me parece una infinita ampliación de aquélla. Creo que nunca se había escrito ni publicado más que ahora: blogs, páginas web, el vertiginoso flujo de escrituras digitalizadas. La idea de una biblioteca como la Cervantes, que a la larga pueda preservar y poner al alcance de un lector en China lo que estaba guardado en una biblioteca en Chile, me parece excitante. Y si además hay allí un nicho para mi obra, cómo no ponerme contento.
P. Ya hemos dicho que es usted actualmente Agregado Cultural en la embajada de Chile en España. Nos gustaría que nos hiciera algunas recomendaciones de la actual cultura chilena: literatura, cine, música…
R. Hay un renaciente cine chileno, un buen ejemplo del cual es Machuca, película estrenada en España en 2005. Y hay poesía interesante, como la del susodicho Maquieira; o nuevos narradores, como Alejandro Zambra. Pero me parece un poco estrecho hablar de cultura sólo en términos de artes o literatura. En estos casi dos años me he empeñado en traer a España a dar conferencias a filósofos, historiadores, juristas, economistas, científicos. Mostrar que Chile no sólo produce vino –y poesía–, sino también ideas.

(Publicada en Arte y Letras, suplemento del diario Información.)

martes, 15 de abril de 2008

Dos países

El mismo día en que, en un país, por primera vez en su Historia, se constituye un gobierno formado por mayoría de mujeres, en otro gana las elecciones alguien que, para progresar en la vida, aconseja a las jóvenes casarse con hijos de papá.

O, dicho de otro modo, mientras uno de esos países parece haberse decidido a mirar por fin hacia el futuro (que sea por muchos años), el otro, tan rico en vestigios de siglos remotos, se ancla a lo más rancio, zafio, apestoso del pasado. La hermosa Italia no se merece esa desgracia.

domingo, 13 de abril de 2008

Por la República de Arbórea

Tras el punto final, una cifra entre paréntesis llama la atención del lector: 1957; y arroja, a poco que se investigue, luz sobre lo leído, aunque sin ella la novela resulta igual de luminosa.

Italo Calvino escribió El barón rampante (segunda parte de su trilogía Nuestros antepasados, inaugurada con El vizconde demediado, en 1952; finalizada con El caballero inexistente, en 1959) entre 1956 y 1957. A finales del 56, en noviembre, la Unión Soviética aplastó el movimiento antiestalinista húngaro, lo que llevó a Calvino a abandonar el Partido Comunista Italiano, en el que militaba desde el fin de la II Guerra Mundial.

La crítica suele coincidir en que El barón rampante, con la que el autor italiano nacido en Cuba obtuvo el Premio Viareggio, es fruto de su decepción ideológica. No lo pongo en duda, si bien, como toda gran obra, me parece evidente que su visión es mucho más amplia. Su historia comienza, como es sabido, cuando un niño de 12 años, Cósimo Piovasco di Rondò, asciende a una encina como señal de protesta ante una imposición paterna y decide no bajar de allí jamás; y lo cumple.

El propio Calvino resumió así la idea de su novela: "Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros". Cósimo no abandonará nunca las ramas; incluso, hacia el final del libro, confirmará su decisión, tomada tantos años atrás: "je fais une chose tout à fait bonne: je vis dans les arbres". Sin embargo, eso no le apartará de los demás, sino que intentará siempre ayudar a quien se le cruce por delante, ya sean unos pobres carboneros o un bandido reconvertido en lector voraz (Gian dei Brughi, en uno de los mejores episodios del relato). Biagio, hermano de Cósimo y narrador de la novela, recordará que el barón "llevó siempre consigo la imagen insólita del caballero abogado [Enea Silvio Carrega] como advertencia de aquello en que puede convertirse el hombre que separa su suerte de la de los demás, y consiguió no parecérsele nunca". Me recuerda una magnífica descripción de sí mismo, y por añadidura del escritor en general, que hizo Antonio Gala: "Yo soy -dijo- un solitario solidario".

Novela ecologista, novela de amor, novela de compromiso, novela de aventuras, novela socialista... Hay varias novelas en esta novela de Italo Calvino, quizá su mejor libro, cuya lectura se hace imprescindible recomendar. Novela, finalmente, principalmente, sobre la coherencia, escrita por alguien que se negó a ser cómplice de las imposiciones sin abandonar jamás el trabajo por un mundo más justo. "No podía decirlo con palabras, sino viviendo como vivió", dice Biagio sobre su hermano: Calvino lo dijo de ambos modos.

 
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