domingo, 14 de diciembre de 2008

El Esperpento

La tragedia nuestra no es tragedia, afirma, en Luces de bohemia, Max Estrella. Es ¡el Esperpento! Y Rafael Azcona, discípulo de Baroja pero siempre tan valleinclanesco, asimiló esa lección como poética. Al menos eso denotan sus novelas, sus cuentos, sus películas a lo largo de su trayectoria literaria.

El pisito. Novela de amor e inquilinato (editada por Juan Antonio Ríos para Cátedra) es buena prueba de ello. Publicada y convertida en filme (dirigido por Marco Ferreri) a finales de los cincuenta del pasado siglo, narra una historia de supervivencia en un contexto que el Gobierno de turno, conducido por aquel dictador ridículo, se empeñaba en vender como heroico. Todo transcurre en una ciudad, Madrid, "tenebrosa, en blanco y negro", que intentaba superar las consecuencias de una terrible guerra aferrándose al teatro (malo) de las apariencias. El hambre y la falta de vivienda digna eran, entre otros, los grandes problemas de la mayor parte de la gente mientras unos pocos, con el crucifijo en una mano y la pistola en la otra, continuaban refocilándose, como los cerdos en el barro, con su santa cruzada.

Tanto en papel como en imágenes, el argumento de El pisito nos lleva muchas veces a la risa, sobre todo cuando, ya en la pantalla, el personaje protagonista aparece encarnado en José Luis López Vázquez, uno de los mejores actores del cine español. Pero, finalmente, la sensación que dejan una y otra versión es, por muchos motivos, dolorosa; al menos para quien, como yo, sabe que sus padres también tuvieron que soportar esa miseria, esa pobreza material y moral, esa incultura. Ese esperpento.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Civilizados por la duda

Alrededor de 1991, una película pre-Dogma de Lars von Trier, Europa, llamó mi atención sobre una zona histórico-geográfica a la que, hasta entonces, no me había llevado jamás ni la literatura, ni el cine, ni el estudio, ni, por supuesto, la curiosidad: la Alemania posterior a la II Gran Guerra. Aquella cinta del danés situaba su ficción en 1945 y en un país en ruinas al que llegaba desde Estados Unidos Leopold Kassler para trabajar en el tren. En blanco y negro pero con precisos toques de color (el rojo de la sangre brotando de las muñecas de un suicida, por ejemplo), recuerdo que la película me tuvo un tiempo rebuscando en bibliotecas (al menos para mí todavía no existía Internet) para profundizar sobre el tema, pero acabé desistiendo ante la imposición brutal de una elipsis que conducía desde el Tercer Reich y los campos de exterminio nazis al "milagro económico", sin detenerse prácticamente un segundo en la década transcurrida desde la capitulación de mayo del 45 a la producción del VW Escarabajo un millón en la factoría de la Volkswagen de Wolfsburg, en agosto del 55.

Quince años más tarde, tras un viaje a Berlín y la lectura de un extraordinario libro de G. W. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción, volví a engancharme al tema, y entonces mi ratoneo dio mejor resultado, en parte gracias a la Red. El cine me desveló Germania anno zero, dirigida por Rossellini (1945), y Berlin Express, dirigida por Jacques Tourneur, escrita por Harold Medford a partir de un argumento de Curt Siodmak (1948). Recomiendo sin reservas la primera y, en caso de mucho interés, no viene mal la segunda, a caballo entre Frankfurt y Berlín. Para los enamorados, como yo, de la actual capital alemana resultarán impactantes los minutos finales del filme, cuando una voz en off la describe ("...cuando llegas allí te preguntas cómo puede llamarse ciudad") como "un monumento de ruinas", "una ciudad apagada, gris y muerta": "ninguna ciudad tan poderosa como Berlín ha caído tan bajo".

Bárbaras certezas
Aunque ubicada algunos años después (entre 1958 y 1993) y en Heidelberg (una de las pocas localidades alemanas que se libraron de los bombardeos aliados), la novela El lector, de Berhard Schlink (en Anagrama), es otro buen documento para aproximarse a esa parte de la Historia y sus consecuencias posteriores. El relato enfrenta, aunque de una curiosa manera, dos generaciones de alemanes: la de aquellos que, más o menos directamente, colaboraron con la barbarie nazi y la de quienes, años después, exterminado el cáncer, decidieron pedir cuentas. Quizá haya sido el chileno Carlos Franz quien haya atinado mejor al resumir las sensaciones que esta lectura depara: "Llegamos a este libro premunidos de nuestras bárbaras certezas. Y lo dejamos civilizados por la duda".

No cabe duda de que Schlink, juez de profesión y escritor de novelas policíacas hasta redactar El lector, puso mucho de sí en estas páginas. También él, como su protagonista, Michael Berg, nació cuando acababa la guerra (como Sebald), y también él participó en las movilizaciones para desenmascarar la participación en el nazismo, la colaboración con él o simplemente la actitud conformista ante sus crímenes. El resultado, una novela que tal vez no resulte una joya literaria, pero sí una obra muy interesante que deja una contundente pregunta flotando en nuestras conciencias: "¿Y qué habría hecho usted?". Lean y respondan.

domingo, 23 de noviembre de 2008

El mejor taller de escritura

En la conversación que Gabriel García Márquez sostuvo con Plinio Apuleyo Mendoza y que fue publicada como El olor de la guayaba, el Nobel de 1982 aseguraba que no eran de su interés las ideas que no resistían muchos años de abandono. A lo largo de su dilatada trayectoria literaria, iniciada en los años 50 con La hojarasca, ofrece múltiples ejemplos: uno de ellos, su Crónica de una muerte anunciada (parte de su cuarteto de imprescindibles, junto a El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera), que narra un suceso de mitad del siglo XX escrito casi 30 años después.

El propio Gabo asegura que la Crónica... no es sino un capítulo más de su gran libro sobre la soledad, en el que lleva trabajando 50 años. Además, se convierte en una "condena de la esencia machista de nuestra sociedad", como él mismo asegura; y por eso, y por el retrato que construye de un colectivo sediento del espectáculo de la muerte, esta novela corta con perfume de la Fuenteovejuna de Lope resulta por desgracia tan actual como cuando la historia real sucedió (1951) o el libro se hizo público (1981).

Escritura perfecta
La contundencia de su primera frase, perfecta, no decae en el resto del relato, cuya línea de intensidad aumenta por momentos, hasta llegar al fin. Esa mezcla de periodismo y literatura cautiva al punto de exigir la lectura continua del libro sin posibilidad de abandono. Aquí, en este texto, y en otros muchos de García Márquez, está compendiada toda la sabiduría de los maestros de la narración, que, más que contar, hipnotizan, embrujan, impiden prácticamente el aliento.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La soledad en palabras de Kjell Askildsen

"Si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones". De ideas así está contundentemente salpicada la obra del noruego Kjell Askildsen (Mandal, 1929), autor de un par de novelas y ocho libros de relatos, a uno de los cuales, "En el café", corresponde el sabio consejo del principio.

A Askildsen lo han llamado "el Carver europeo", lo han tildado de minimalista, lo han acusado de pertenecer al "realismo sucio". No niego que, mediatizado por cierta publicidad, la primera vez que lo leí yo también pensé en el de Tres rosas amarillas; una lectura detenida ha acabado por distanciarme, no obstante, del estereotipo: hay semejanzas de estilo, pero el nórdico posee, a tenor de su obra, un concepto del ser humano menos comprensivo, si cabe, que el del estadounidense, impresión que lo acerca mucho más a la que considera la mejor novela del XX, El extranjero, de Camus, aunque de los personajes del escandinavo emana un hálito de rabia que jamás he sentido en el indolente Mersault: quizá la rabia que también origina el desencanto.

Hemingway y su iceberg
Robbe-Grillet ("aunque a veces es aburrido", matiza) y Hemingway son otras de sus influencias confesas. En concreto, el Hemingway cuentista, también autor de una teoría, la del iceberg, que encaja perfectamente con los relatos de Askildsen, pues sin duda ocultan infinitamente más de lo que muestran, creando un desasosiego que atrapa sin remedio.

Su primer libro apareció en 1953: Desde ahora seré yo quien te lleve a casa. Hace unos meses ha llegado a España (Lengua de Trapo) una colección de título similar en la que se recogen algunos de aquellos primeros relatos y otros que recorren varias épocas de su escritura. Su lectura vale para hacerse una idea muy concreta de por dónde transita la obra de Askildsen; al comenzar el volumen, el cuento que le da título apunta una relación familiar (madre-hijo) nada fácil. Ese tipo de conflicto constituye el núcleo de su obra; en "Encuentro", Gabriel, que ha regresado al hogar paterno tras años alejado, resume lo que podríamos denominar la "poética familiar" del escritor noruego: "...si tú sólo hubieras sido mi semejante en lugar de mi padre, no habría venido a verte. ¿No significa esto que lo que nos une no es más que una convención? Somos padre e hijo, y por tanto estamos obligados a mostrarnos afecto mutuamente; si no lo hacemos, nos invade el sentimiento de culpa. Pero ¿por qué? ¿Existe alguna razón para creer que el afecto es algo genético?".

Claridad de pensamiento
El gran festín de Askildsen ha sido servido en España con Todo como antes (Debolsillo), un tomo tripartito que se inicia con Últimas notas de Thomas F. para la humanidad (Premio de la Crítica Noruega, 1983), continúa con Un vasto y desierto paisaje (Premio de la Crítica Noruega, 1992) y culmina con Los perros de Tesalónica (1996). El primero de ellos está narrado y protagonizado en su práctica totalidad por un octogenario viudo, desde luego solitario, ateo ("la locura religiosa es indignante", afirma), padre de dos hijos con los que apenas mantiene relación ("Sé que tengo muchos bisnietos, pero no conozco a ninguno de ellos", confiesa sin pena), hermano, a su pesar, de un escritor de 20 exitosos libros, escritor él mismo de 10 libros sin apenas éxito. Askildsen tenía poco más de 50 años cuando redactó estos cuentos como "una especie de avance de autobiografía" imaginando cómo podría llegar a ser su propia vida en el caso de que, en la vejez, conservara la lucidez mental y la claridad de pensamiento que llevan a su personaje a declarar, entre otras cosas, "Tenemos que estar contentos con lo bien que vivimos, dice la gente, la mayoría vive peor. Y luego toman pastillas contra el cansancio. O contra la depresión. O contra la vida".

Pero la gran obra de Kjell Askildsen es, para mí, Un vasto y desierto paisaje, compuesta por siete relatos magníficos en los que la voz del narrador se diversifica (siempre con un mismo timbre) y los temas recurrentes del escritor (la soledad, la infelicidad, el tedio vital, la familia y su miseria…) aparecen en toda su plenitud. Un cuento como el que da título al volumen debe figurar sin duda en el canon de los mejores que se hayan escrito.

"La escritura no es una cuestión lúdica, sino necesaria", afirma Askildsen, quien se define como "alguien que busca la soledad y a quien en general la soledad le gusta”. Hay un poema bellísimo y tristísimo del hermético Salvatore Quasimodo que podría ser el epígrafe perfecto para la obra de este gran escritor, al menos la que ya podemos leer en castellano: "Ognuno sta solo sul cuor della terra / trafitto da un raggio di sole: / ed è subito sera". Eso es esencialmente lo que Kjell Askildsen ha sabido reflejar con absoluto talento literario: que todos estamos solos en el centro de la tierra.

jueves, 28 de agosto de 2008

El viaje de los que no pueden embarcar

Como cuanto sucede "de repente" o la intervención de quienes todo lo pueden, la casualidad, no cabe duda, es recurso de mala ficción; pero lo cierto es que la vida, en ocasiones y a veces por lo común, abusa de ella. Hace unos días, en una visita a la vivienda de mis padres, que por supuesto también lo fue mía en mi infancia, encontré uno de mis primeros libros, un volumen de novelas gráficas publicado por Bruguera en 1976 que acompañó algunos de mis primeros veranos como lector. El ejemplar de aquellas Famosas novelas recopilaba, desde luego abreviados y con forma de cómic, relatos de Verne, Defoe, Karl May, Sienkiewicz, Vincent Mulberry…; otros tomos, me temo que ya perdidos para siempre, incorporaban a Salgari, Jack London, Melville y algunos habituales más de estas colecciones que, de forma inexcusable, recibía yo cada vez que se celebraba mi cumpleaños o el de Jesucristo.

Llamadme Ishmael
Días después, apenas recuperado de la emoción del reencuentro, recibo de Alfaguara, qué casualidad, una de sus últimas novedades, Cuentos de navegantes, selección de Juan Bautista Duizeide con prólogo de Pérez-Reverte. Nada más abrir el paquete comprendí que, siquiera por regresar a la niñez, ese debía ser mi gran libro del verano: en su cubierta, una ilustración de James Brereton muestra un velero inglés haciendo frente a un mar embravecido mientras los tripulantes se afanan por dominar la situación.

Empeñado con romper el presupuesto de que la literatura embarcada es privilegio de anglosajones, Duizeide, periodista, escritor y piloto de ultramar, devoró cuantos relatos de marinos le salieron al paso hasta escoger 400, de los que ha publicado 21. Se nota su procedencia (Mar del Plata, Argentina), ya que buena parte de los antologados son paisanos suyos (Borges, Arlt, Brizuela, Conti, Foguet, Lobodón Garra y Carlos M.ª Rodríguez) o casi (Horacio Quiroga, uruguayo que pasó gran parte de su vida en la selva de Misiones); y no faltan algunos clásicos (Conrad, Stevenson, Anatole France, Maupassant…), aunque se añora a London y especialmente a Melville: su omisión extraña por razones obvias y sobre todo dada la influencia que el estadounidense ejerció en Duizeide, autor de la novela corta Kanaka (Premio Julio Cortázar 2004), que, no en vano, comienza: "También a mí podrían llamarme Ishmael".

El gran Coloane
Pero, pese a las ausencias, el libro es un tesoro. Junto a la piscina o en primera línea de playa, yo he atravesado de un largo, gracias a él, el temido golfo de Penas, he penetrado por el ancho y majestuoso camino de agua de mar que es el canal Messier, he cruzado el laberinto de islotes de la Angostura Inglesa, por donde apenas puede surcar una sola embarcación, de ida o de vuelta, y he echado el ancla, finalmente, en las aguas de Puerto Edén, enclavado en la margen norte del Paso del Indio. Que me perdone Francisco Coloane, allá donde esté (desde luego en mi biblioteca y en mi memoria) por haber usurpado palabras de su cuento, uno de mis preferidos del libro, donde habita Dámaso Ramírez, quien, "como buen ballenero acostumbrado a vencer la gran bestia del mar, pensaba que, aunque el hombre había llegado a dominar la naturaleza, no había logrado aún dominar su propia naturaleza". Es una muestra de uno de los mayores atractivos de esta literatura: la voz y el ideario de los personajes. Curtidos y crujidos por la vida en ese "exceso" que es el mar (Sylvia Iparraguirre), su acción y su pensamiento se muestran, si no ajenos, si al menos distantes de la frivolidad de quienes pisamos suelo firme. Duizeide, a través de su propia experiencia, lo explica bien: "He leído en el cuarto de derrota de un petrolero que iba y venía a lo largo de la costa patagónica, he leído en el bote salvavidas de un granelero maltrecho que se las arreglaba como podía con las largas olas del Pacífico, he leído en la cubierta de señales de un pesquero que aguantaba todos los vientos del banco Burdwood. Pero además de todas esas lecturas, estaba lo aprendido trabajando en condiciones muchas veces extremas, y esos relatos que se cuentan y se vuelven a contar a bordo, que van y vienen como las olas, pasando de boca en boca, de barco en barco, de época en época".

He de reconocer que, pese a las coincidencias y mi voluntad, en modo alguno he vuelto a ser el mismo lector de hace 30 años. En aquel tiempo yo leía para conocer el mundo, los libros me regalaban "el viaje de los que no pueden tomar el tren" (Francis de Croisset). Ahora solo ansío conocerme mejor, quizá hasta encontrar la serenidad o al menos una palabra, una frase, que justifique todos los pesares, propios o ajenos. Ahí también estos cuentos me han ayudado: "Me voy y le agradezco a la vida el haberme puesto en su camino. Eso es todo", le escribe Jensen a Maqroll en el magnífico relato de Mutis "Cita en Bergen"; y esa línea me hizo estremecer de felicidad.

martes, 15 de julio de 2008

Un naranjo y una mujer

Hace ahora un par de años, poco después del verano de 2006, cuando regresaba al trabajo convenientemente deprimido, un libro me llamó la atención desde la mesa de novedades de mi Librería Compas. No conocía a su autor, ni había oído nada sobre su argumento, pero la imagen de la cubierta refulgía imponente enmedio de aquella amalgama de propuestas; en ella, unas refrescantes rodajas de limón aparecían tendidas al sol, como prendas, ante un cielo azul celeste que recordaba sin vacilaciones el que yo venía de disfrutar. Chris Stewart, leí; y luego: Entre limones. Pero lo que realmente me obligó a escogerlo y escudriñarlo un poco fue su subtítulo: Historia de un optimista. Novela. Y pensé que eso era precisamente lo que yo necesitaba en aquel momento, un poco de ganas de vivir; y me prometí que tarde o temprano, en cuanto los compromisos me lo permitieran, aquel libro debía ser mío, o sea, había de leerlo.

El viaje diario a la rutina
Pasó un verano y por fin ha llegado este, y Entre limones. Historia de un optimista ha sido finalmente mío. Ahora en una edición de bolsillo de Almuzara y con el subtítulo ligera y adecuadamente modificado, al amputarle el término Novela, pues no se trata de ninguna ficción lo que su autor cuenta en el relato, sino de una entretenida y educativa peripecia en la que, junto a su familia, se encuentra instalado desde hace dos decenios, cuando decidió, siguiendo los pasos de su compatriota Gerald Brenan, comprar un cortijo en la ladera sur de Sierra Nevada, al pie del Mulhacén, en la Baja Alpujarra, y abandonar su acomodada vida en Inglaterra para convertirse en pastor, agricultor, albañil y cuanto su nueva existencia requiriese. "Seguimos el sendero que serpenteaba entre los naranjos y los almendros hasta que llegamos al caude del río, por donde las caballerías avanzaban arrastrando sus cascos entre las calientes piedras y salpicando agua. El sol nos abrasaba desde un cielo desprovisto de nubes. De un humor eufórico, me di cuenta de que me estaba imaginando a mí mismo en una estación de tren por la mañana temprano bajo una fría llovizna, rodeado por otros cientos de hombres de negocios trajeados mientras esperaba el tren para el viaje diario a la rutina. Lo que quiera que resulte de esta decisión, pensé, tiene que ser mejor que eso", explica sobre sus primeros días en tierras andaluzas.

Lógicamente, no se trata de un trabajo de alta literatura, pero el resultado, este Entre limones, es francamente enriquecedor. Para empezar, porque en verdad rezuma optimismo y ganas de superar los contratiempos por cada una de sus páginas; no en vano, apenas comprado El Valero, el nuevo propietario se entera de que su cortijo se encuentra en terreno inundable para la construcción de un embalse. Además, es un libro escrito por alguien con sentido del humor, lo que al menos vale tanto como la capacidad para construir buenos monólogos interiores, pongo por caso. Y encima demuestra que, para ser feliz, la sencillez es mucho más efectiva que las sofisticaciones más untuosas y en ocasiones vacías: "El ser humano, para vivir feliz, solo necesita una familia y un naranjo. Bueno, eso del naranjo lo pienso ahora; antes pensaba que bastaba una mujer", confiesa Stewart en una entrevista.

Tras más de un millón de ejemplares vendidos, traducciones a distintos idiomas y otras dos nuevas obras (El loro en el limonero, también en Almuzara; y The Almond Blossom Appreciation Society), Chris Stewart se ríe de las comparaciones con Brenan: "yo solo soy un payaso" que busca "entretener"; y prefiere verse como un esquilador de ovejas más que como un escritor, lo que, en mi opinión, no hace sino aumentar su mérito: la humildad y el entusiasmo combinan perfectamente, y además son muy de agradecer.

jueves, 26 de junio de 2008

La paz de las galaxias: libros que fueron blogs

Cuando, en 1971, el joven Michael Hart decidió crear su Proyecto Gutenberg, abrió un camino que, casi 40 años más tarde, se ha convertido incluso en una colosal expectativa económica. Tanto instituciones públicas como firmas privadas han decidido apostar por la difusión mundial del conocimiento a través de internet transformando la cultura impresa de toda época en páginas electrónicas a las que cualquiera puede acceder, desde cualquier punto del planeta, con un ordenador conectado. Los depositarios de los principales tesoros de la civilización han abierto así sus cofres más valiosos como sus predecesores hicieron hace siglos, cuando Gutenberg los dejó sin excusas.

Madre Electricidad
Llegados a este punto, los amantes del libro de toda la vida comenzamos a temblar. A las pantallas de escritorio y portátiles se sumaron los e-books, que parecían traer una idea fija entre ceja y ceja: condenar el papel al olvido. Nos prometían abarcar miles de ejemplares con una sola mano, además de periódicos, revistas y otros documentos; nos consentían subrayar y anotar; podíamos llevarlos bajo el brazo, irnos con ellos a la playa o a la cama; incluso cuidaban de nuestros cansados ojos, adaptando el tamaño de la letra a nuestras necesidades/precariedades. Ya nada parecía tener sentido si no poseía un cable que lo uniera a la Madre Electricidad. Es más, un día alguien me mandó una pizca de un cuento de Isaac Asimov, "The Fun They Had", que transcurre en 2157: "El abuelo de Margie dijo que cuando era pequeño su abuelo le contó que hubo una época en que los cuentos estaban impresos en papel. Uno pasaba las páginas, que eran amarillas y se arrugaban, y era divertidísimo leer palabras que se quedaban quietas en vez de desplazarse".

Pero en medio de la zozobra surgió la voz de Alberto Manguel, el lector por antonomasia, el protolector, convencido de que "El futuro del libro está asegurado por la perfección del objeto que hemos inventado. Es como la rueda o el cuchillo: durarán porque no pueden ser mejorados". No está solo en los buenos augurios el de Una historia de la lectura: para Roger Chartier, "No hay que ser catastrofista sobre el futuro del libro. Habrá una coexistencia, no necesariamente pacífica, entre el manuscrito, el libro impreso y la edición electrónica" (Historia de la lectura en el mundo occidental); y los apoya José Antonio Millán: "La lectura futura estará repartida entre el libro electrónico y el libro auténtico".

Una pirueta desde la pantalla
Por si se precisaran muestras de esa complementariedad, Editorial Alfaguara y El Boomeran(g), el blog literario latinoamericano, han consumado la singular pirueta de transformar en papel lo que antes fueron cinco ciberaventuras mantenidas casi a diario por Félix de Azúa (Abierto a todas horas), Marcelo Figueras (El año que viví en peligro), Santiago Roncagliolo (Jet Lag), Sergio Ramírez (Cuando todos hablamos) y Vicente Verdú (Passé composé). Cinco blogs o bitácoras cuyos posts o entradas corrían el riesgo de perderse desmadejados en el océano digital y que han sido recuperados con la forma que inventó Gutenberg para que encajen perfectamente en nuestras bibliotecas de andar por casa.

Como explica Basilio Baltasar, director de La Oficina del Autor y editor de El Boomeran(g), la colección Libros del Blog pretende fomentar la relación que debe existir entre la Galaxia Gutenberg y la Galaxia Google, evitar el divorcio de ambas culturas y promover nuevas formas expresivas en la Red; en definitiva, proporcionar a la literatura un espacio en el que se reinvente. Los autores han salido satisfechos del desafío: Roncagliolo celebra la libertad creativa y la flexibilidad total del ciberespacio; Figueras recuerda a quienes descubrió durante el lance (Serpiente Suya, Enea, Olga Trevijano, Mayté/Palas y el resto de comentaristas de sus comentarios, a quienes, por cierto, se echa de menos en el formato impreso, así como los hiperenlaces: ¿por qué no buscar fórmulas para volcarlos al papel?); para Verdú, el blog "ha sorteado las instituciones que expenden títulos y discriminan entre el bien y el mal", "es anarquista, popular, irreverente, amoral" y "por el momento, no se presta al juicio de la crítica instituida".

En la pantalla o encuadernadas, lo importante es que las palabras alcancen cuantos ojos sean posibles, y desde ahí profundicen. "Los libros siempre son vidas de más", le oí un día a Almudena Grandes. Las formas de sus cuerpos, en seres tan imprescindibles, es lo de menos.

martes, 24 de junio de 2008

Lección de economía

Hace unos días, el presidente de Cantabria, y profesor de Economía, Miguel Ángel Revilla, explicó sin eufemismos ni medias verdades (o sea, mentiras) las razones de la situación financiera que estamos viviendo. Lo hizo en el programa de La Sexta del que es "colaborador mensual": Buenafuente.


Revilla marcó una fecha "fatídica para la Humanidad" como la del inicio de la pesadilla: 22 de octubre de 2003, inmortalizada en la célebre y nauseabunda foto de las Azores. En palabras del presidente cántabro, aquel día se fraguó "la decisión más errónea y de mayores problemas para la Humanidad que se ha tomado posiblemente desde la II Guerra Mundial".

Nadie lo ignorará, pero conviene recordarlo: la guerra de Irak, cuyas funestas consecuencias continuará pagando el mundo durante años, fue patrocinada por los tres fantoches de la foto, sí, pero la ordenó, como tantas otras, "la industria militar americana" (Revilla dixit), temerosa de que misiles, bombas, metralletas y demás se pasaran de fecha.

Citando a Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, Revilla cifró la insensatez bélica en unos 3.000 billones de dólares, algo así como el PIB de España en 4 o 5 años, dinero con el que podría erradicarse del planeta el hambre que padecen 800 millones de personas.

La aberración a la que pusieron cara Bush, Blair y Aznar ha traído consigo la bancarrota de los bancos estadounidenses, y con ella la crisis actual, la escalada del precio del petróleo, la profunda deceleración o crisis o como se le quiera llamar, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la amenaza del paro, todo eso; pero antes que nada produjo la muerte de centenares de miles de personas que ya no tendrán que preocuparse por la buena o mala salud de la economía: alguien les quitó de un bombazo las suyas porque a un tanque o a un caza se le estaba pasando la fecha de caducidad.

miércoles, 18 de junio de 2008

Escritura creativa: la construcción del personaje

Uno de los modos más inteligentes de construir los personajes de un relato, especialmente los protagonistas, es utilizando sus propias palabras. No únicamente las que emplean y cómo las emplean, sino, sobre todo, las ideas que inspiran. Un ejemplo: hace unos días la prensa recogía la visita que el presidente de los Estados Unidos había hecho a Benedicto XVI, quien agradeció a Bush "su compromiso con los valores morales fundamentales" (sic). Teniendo en cuenta cuál ha sido a lo largo de su trayectoria política la actitud del norteamericano, admirador de la pena de muerte y la guerra, el papa de los católicos queda sin duda alguna perfectamente caracterizado con sus palabras. (Para ampliar el concepto, ver Amén, dirigida por Costa-Gavras.)

domingo, 25 de mayo de 2008

Libre te quiero

"Una mañana, después de un sueño intraquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto". Un día, tras una larga pesadilla de acoso, Nevenka Fernández decidió poner punto final, y de esa forma se despertó convertida en un monstruoso insecto para los suyos.

Imposición fascista
La comparación entre el personaje de Kafka y la ex concejal del PP de Ponferrada que denunció a su alcalde la establece el propio Juan José Millás en su libro Hay algo que no es como me dicen. El caso de Nevenka Fernández contra la realidad; y así mismo la relaciona con Ed Horman, cuyo periplo por las cloacas del Chile posterior al golpe de Estado de Pinochet sirvió a Costa Gavras para realizar una de sus mejores películas, Missing, con guión del director y Donald E. Stewart basado en el libro de Thomas Hauser. Salvando cierta distancia, ambas historias parten de una situación de imposición fascista que arrasa a quien se le pone por delante: el alcalde del PP de Ponferrada a su concejal de Hacienda; los militares chilenos, a un gobierno elegido en las urnas más todos aquellos que se negaron a abrazar su dictadura.

Tal vez el peligro que corre Hay algo que no es como me dicen es que se lea con el zoom muy cerrado. La historia de Nevenka es lo suficientemente impactante como para, a pesar del tiempo transcurrido, dificultar lecturas más externas. Quizá yo haya preferido ahora esas otras porque la deplorable historia que sufrió esta joven ya me indignó a principios de 2001, cuando llegó a los medios; y sin duda mucho más cuando fui conociendo las reacciones de apoyo al alcalde acosador por parte de la señora de Aznar y otros destacados peperos, o del propio Amancio Prada, aquel que cantaba "Libre te quiero como arroyo que brinca de peña en peña, pero no mía...".

Un mundo flotando sobre estiércol
Una de esas otras lecturas que ahora he hecho de este libro es la que, como insinuaba al principio, sitúa a Nevenka, a Samsa y a Horman en un mismo plano. Tres personajes que un día saltan del grupo al que pertenecen y se convierten en insectos monstruosos. Una mañana, después de un sueño intranquilo, se dan cuenta de que las cosas no son como les han contado o como ellos han querido creer durante tanto tiempo; atisban que ese mundo en el que vivían tan plácidamente, ajenos al cieno que lo sustentaba, flota sobre estiércol; que se asesina impunemente a la gente para seguir poseyendo unas minas de cobre, o unos pozos de petróleo, o el favor de una copa gratis. Esa mañana, ese día, uno decide poner punto final y volver a ser libre, o acaso serlo por primera vez en la vida; pero ya es demasiado tarde: a lo máximo que puede aspirar es a convertirse en un insecto, un traidor, un emponzoñado por la medicina propia.

miércoles, 21 de mayo de 2008

No todo va a ser leer

No todo van a ser libros en esta vida; habrá que llevarse algo al estómago de vez en cuando, ¿no? Así que hoy recomiendo un blog, Cocina para impostores, del que es autor Falsarius Chef, que os descubrirá las recetas para conseguir unos excelentes berberechos Sarkozy, unos suculentos judiones a la operación bikini o un solomillo al roquefort (en ausencia de solomillo). Para disfrutar de la buena (y barata) mesa, y al tiempo echar unas risas.

viernes, 2 de mayo de 2008

Las lecturas del ordenanza

La editorial Alfaguara ha incluido en su ciberpágina un videoblog que merece la pena no solo curiosear, sino seguir: Vida y opiniones de un autodidacta, espacio de recomendación de lecturas a cargo de Antonio Robles (La Carolina, Jaén, 1949), quien trabaja en el Grupo Santillana desde 1966, donde entró de botones y en la actualidad ejerce de ordenanza. Robles confiesa: "A mí me han metido en este lío los compañeros de la oficina, porque saben de mi afición a la lectura y de mis opiniones a veces contundentes".

Según cuenta la propia página, las opiniones de este crítico son contundentes, polémicas y sinceras; defiende con vehemencia los libros en los que cree y ataca a los editores cuando la lectura no le satisface; muchos escritores de Alfaguara tienen en cuenta su olfato y sus opiniones.

A mí me ha gustado mucho el comentario que hace sobre Perseguidoras, de Clara Usón, que, como Robles dice, tiene una portada bellísima. Promete nuevas entregas cada 15 días: las seguiré.

domingo, 27 de abril de 2008

Novela para un pueblo invisible

Cuando recibió el Premio Alfaguara de Novela 2007, Luis Leante declaró: "Estoy dispuesto a arañar las conciencias y denunciar la trágica situación que vive el pueblo saharaui". El jurado que lo distinguió, presidido por Vargas Llosa, hubo de reconocer que Mira si yo te querré se internaba en "un contexto novedoso y didáctico: el mundo de la comunidad saharaui en los campos de refugiados". Novedoso, pues muy poca literatura se ha atrevido a rescatar de la invisibilidad a aquel pueblo, condenado a una invasión de su territorio y un éxodo que dura más de 30 años; didáctico, pues es cierto que el libro de Leante no profundiza en la cuestión política, pero incita a hacerlo, a que el lector utilice el papel o la Red para conocer algo más de lo que sucedió en los tiempos de la marcha verde y la agonía de nuestro dictador. Desde entonces hasta aquí, mucha palabrería diplomática pero pocos resultados prácticos: Marruecos continúa colonizando el Sáhara Occidental, poblándolo de súbditos del sátrapa de turno (ayer Hassan II, hoy Mohamed VI) con el beneplácito de los Estados Unidos y el silencio aquiescente de los gobernantes españoles, incluido Rodríguez Zapatero; seguramente el de este último es el que más duele, pues muchos simpatizantes de izquierda hemos confiado en él como único modo de alejarnos de la caverna, pero en la cuestión saharaui hemos de reconocer que nos ha defraudado, nos está defraudando, ojalá no nos defraude del todo.

Entre Barcelona y Argelia

En el plano estrictamente literario, el texto de Leante, historia de un amor frustrado que con el tiempo se intenta recuperar, se articula en dos planos temporales (mediados de los 70 del siglo XX, comienzos del XXI) cada uno de los cuales se fragmenta en piezas que conforman un puzzle trabajadísimo. La narración transcurre, así mismo, en dos escenografías distintas: Barcelona, posiblemente como homenaje al gran Marsé; y los campos de refugiados en Argelia, lugar que el autor conoce bien, no solo bibliográficamente, sino sobre el terreno. Personalmente, la novela me resulta apasionante cuando se traslada al territorio africano y la encuentro mejorable en las líneas que suceden en la ciudad catalana, como si Luis se hubiese apresurado a redactar esta parte para recrearse (y disfrutar como escritor) con aquella.

En todo caso, se trata de un libro con muchos valores, más allá del señalado al comienzo. Es una novela histórica que acompaña a una novela de amor que acompaña a una novela de aventuras. Es un relato que podría hacer las delicias de un buen director de cine, pues le sobran elementos para convertirse en buena película: historia de amor, exotismo, aventuras, misterio, juegos temporales... Y el final (que no desvelaré, no se preocupen), lejos de resultar de un edulcorado subido (juro que lo temí por momentos), deja un poso de amargura que humaniza el relato. Así que una vez más Alfaguara confirma que su premio es no solo de los más honestos, sino también de los más útiles que se dan a la literatura en español.

jueves, 24 de abril de 2008

Carlos Franz: “No veo conflicto alguno entre la galaxia de Gutenberg y la de Mac Luhan”

El pasado mes de marzo el escritor chileno Carlos Franz estuvo en Alicante para participar en el ciclo Narradores latinoamericanos en La Sede y presentar la página electrónica que le ha dedicado la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Llegó con su último libro todavía caliente, Almuerzo de vampiros, novela que publicó en España la editorial Alfaguara a principios de año.

Franz nació en Ginebra, en 1959. En 2005 obtuvo el premio literario más importante y tradicional de Argentina, que entrega el periódico La Nación, por su novela El desierto (publicada en España por Mondadori). Es autor de El lugar donde estuvo el paraíso, primer finalista del Premio Internacional Planeta Argentina 1996, llevada al cine por Gerardo Herrero con guión de Jorge Goldenberg y Federico Luppi en el papel protagonista. Desde 2006 desempeña el cargo de Agregado Cultural de su país en la embajada española.

Pregunta. Si le parece, empecemos por su Almuerzo de vampiros. Me encanta la dedicatoria: “Para Diego Maquieira, que no lee novelas”. ¿Se puede contar quién es Maquieira y por qué no le gusta ese género?
Respuesta. Maquieira es un gran poeta chileno, tan puro que no se acerca a la prosa ni para leerla. Durante muchos años tuvimos una tertulia con él y otros amigos en Santiago de Chile. Al dedicarle este libro quise sintetizar en él la belleza de esa amistad. Contra lo usual, ésta no fue una capilla literaria, a pesar de que todos fuéramos escritores. Éramos y seguimos siendo amigos sin obligación de leernos mutuamente. Aunque a veces cayéramos también en esa imperdonable debilidad.
P. ¿Quiénes son los vampiros del título de su novela?
R. Muertos vivos, por supuesto. ¿Quién no los ha visto? Se pasean por Madrid o por Santiago, o Alicante; de día, claro. ¿Quién que haya vivido de verdad, intensamente, no ha muerto un poco en el proceso? Mueren ilusiones, ideales, mitos; sobrevive el cuerpo. Como dice el profesor de la novela: la madurez es la muerte de la sensibilidad a manos de la experiencia. En un sentido más restringido, hay una lectura política también: válida para Chile, España o, en general, esta época mundial de las post-utopías. Los vampiros son aquellos idealistas de ayer que para triunfar en el materialismo de hoy han sacrificado su alma.
P. Escribió Almuerzo de vampiros en Madrid, entre marzo de 2005 y octubre de 2006. ¿Necesitaba distanciarse de su país para aproximarse de esa forma a él?
R. Salí de Chile hace más de ocho años creyendo que no necesitaba ninguna distancia. Ésta operó a pesar de mí, supongo. Sobre todo en hacerme oír mi propia lengua como un dialecto. El proceso se acentuó cuando me vine de Londres a Madrid creyendo que volvía a mi lengua y me encontré en medio de otra variante de ella. Ésta es una de las experiencias más ricas y duras a la vez que puede vivir un escritor: escuchar su propio lenguaje como si fuera ajeno. Ése es otro tema de esta novela: los cambios en el corazón y en la cabeza se notan primero que nada, antes que los sienta el propio vampiro, en su lengua.
P. Seguramente su trabajo más conocido en España es la novela El lugar donde estuvo el paraíso, convertida en película. ¿Le pongo en un compromiso si le pregunto por aquella adaptación?
R. Es un guión muy fiel. Pero la película me resultó ajena. Entiendo que a muchos escritores les ocurre algo similar cuando los “adaptan”. Es que la literatura como yo la entiendo es idioma, es música, es la manera de decir la historia, no sólo la historia misma. Desvestida, despellejada de esa piel, la novela se queda en los huesos.
P. Hablemos de su presencia en cervantesvirtual.com. ¿Cómo surgió el proyecto? ¿Qué ventajas tiene para un escritor en activo “estar en la Red”?
R. Me invitaron hace un par de años, y la verdad es que me siento honrado. No veo conflicto alguno entre la galaxia de Gutenberg y la de Mac Luhan. Al contrario, ésta me parece una infinita ampliación de aquélla. Creo que nunca se había escrito ni publicado más que ahora: blogs, páginas web, el vertiginoso flujo de escrituras digitalizadas. La idea de una biblioteca como la Cervantes, que a la larga pueda preservar y poner al alcance de un lector en China lo que estaba guardado en una biblioteca en Chile, me parece excitante. Y si además hay allí un nicho para mi obra, cómo no ponerme contento.
P. Ya hemos dicho que es usted actualmente Agregado Cultural en la embajada de Chile en España. Nos gustaría que nos hiciera algunas recomendaciones de la actual cultura chilena: literatura, cine, música…
R. Hay un renaciente cine chileno, un buen ejemplo del cual es Machuca, película estrenada en España en 2005. Y hay poesía interesante, como la del susodicho Maquieira; o nuevos narradores, como Alejandro Zambra. Pero me parece un poco estrecho hablar de cultura sólo en términos de artes o literatura. En estos casi dos años me he empeñado en traer a España a dar conferencias a filósofos, historiadores, juristas, economistas, científicos. Mostrar que Chile no sólo produce vino –y poesía–, sino también ideas.

(Publicada en Arte y Letras, suplemento del diario Información.)

martes, 15 de abril de 2008

Dos países

El mismo día en que, en un país, por primera vez en su Historia, se constituye un gobierno formado por mayoría de mujeres, en otro gana las elecciones alguien que, para progresar en la vida, aconseja a las jóvenes casarse con hijos de papá.

O, dicho de otro modo, mientras uno de esos países parece haberse decidido a mirar por fin hacia el futuro (que sea por muchos años), el otro, tan rico en vestigios de siglos remotos, se ancla a lo más rancio, zafio, apestoso del pasado. La hermosa Italia no se merece esa desgracia.

domingo, 13 de abril de 2008

Por la República de Arbórea

Tras el punto final, una cifra entre paréntesis llama la atención del lector: 1957; y arroja, a poco que se investigue, luz sobre lo leído, aunque sin ella la novela resulta igual de luminosa.

Italo Calvino escribió El barón rampante (segunda parte de su trilogía Nuestros antepasados, inaugurada con El vizconde demediado, en 1952; finalizada con El caballero inexistente, en 1959) entre 1956 y 1957. A finales del 56, en noviembre, la Unión Soviética aplastó el movimiento antiestalinista húngaro, lo que llevó a Calvino a abandonar el Partido Comunista Italiano, en el que militaba desde el fin de la II Guerra Mundial.

La crítica suele coincidir en que El barón rampante, con la que el autor italiano nacido en Cuba obtuvo el Premio Viareggio, es fruto de su decepción ideológica. No lo pongo en duda, si bien, como toda gran obra, me parece evidente que su visión es mucho más amplia. Su historia comienza, como es sabido, cuando un niño de 12 años, Cósimo Piovasco di Rondò, asciende a una encina como señal de protesta ante una imposición paterna y decide no bajar de allí jamás; y lo cumple.

El propio Calvino resumió así la idea de su novela: "Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros". Cósimo no abandonará nunca las ramas; incluso, hacia el final del libro, confirmará su decisión, tomada tantos años atrás: "je fais une chose tout à fait bonne: je vis dans les arbres". Sin embargo, eso no le apartará de los demás, sino que intentará siempre ayudar a quien se le cruce por delante, ya sean unos pobres carboneros o un bandido reconvertido en lector voraz (Gian dei Brughi, en uno de los mejores episodios del relato). Biagio, hermano de Cósimo y narrador de la novela, recordará que el barón "llevó siempre consigo la imagen insólita del caballero abogado [Enea Silvio Carrega] como advertencia de aquello en que puede convertirse el hombre que separa su suerte de la de los demás, y consiguió no parecérsele nunca". Me recuerda una magnífica descripción de sí mismo, y por añadidura del escritor en general, que hizo Antonio Gala: "Yo soy -dijo- un solitario solidario".

Novela ecologista, novela de amor, novela de compromiso, novela de aventuras, novela socialista... Hay varias novelas en esta novela de Italo Calvino, quizá su mejor libro, cuya lectura se hace imprescindible recomendar. Novela, finalmente, principalmente, sobre la coherencia, escrita por alguien que se negó a ser cómplice de las imposiciones sin abandonar jamás el trabajo por un mundo más justo. "No podía decirlo con palabras, sino viviendo como vivió", dice Biagio sobre su hermano: Calvino lo dijo de ambos modos.

jueves, 27 de marzo de 2008

La escritura de otro mundo posible

Puede que parezca increíble, pero Al Gore no fue el primero en advertir sobre los peligros del estúpido camino emprendido por la Humanidad hacia su destrucción. Mucho antes de que el ex vicepresidente (y "ex futuro presidente") de los Estados Unidos protagonizara el documental An Inconvenient Truth (Una verdad incómoda), escrito y dirigido por Davis Guggenheim en 2006, ya habían sido considerables los clamores suplicando o exigiendo un impostergable cambio de actitud (otra forma de estar en el mundo, diría Gore) que alejara al planeta y sus habitantes (nosotros: usted, sus hijos, yo…) del abismo. Sin embargo, tomadas como producto de la extravagancia o del catastrofismo, si no del consumo de sustancias alucinógenas, aquellos avisos acabaron sus días en el vertedero, convertidos en alimento para gaviotas. Al alzar su voz Gore, un señor grueso con corbata que estuvo a punto de gobernar el país que hace y deshace, la sentencia de cataclismo comenzó a tenerse en cuenta.

Un camino hacia el menos
La resistencia a corregir el error continúa siendo pertinaz, y no únicamente en los despachos de los decididores; no obstante, la literatura (seria, responsable, reflexionada, incluso científica) que propone de formas diversas un mundo alternativo posible ocupa cada vez más espacio en las mesas de las librerías. ¿Se trata simplemente de la formulación de un bienintencionado deseo o comienzan a redactarse las bases culturales/educativas para la construcción de ese imprescindible mundo donde la razón se imponga a la codicia? Por la cuenta que nos trae, especialmente a los que acaban de llegar, más vale que se trate de un proyecto de futuro.

Entre el montón de libros que intentan sentar estas bases ha asomado la cabeza recientemente Vivir (bien) con menos, volumen a tres voces (las de Manfred Linz, Jorge Riechmann y Joaquim Sempere) publicado por Icaria que acaba de superar la primera edición. Linz es profesor en la Universidad de Hamburgo e investigador en el prestigioso Instituto Wuppertal (Alemania); además de poeta, Riechmann es profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona; finalmente Sempere es doctor en Filosofía y profesor de Teoría Sociológica y Sociología Medioambiental también en la Universidad barcelonesa. Su meditación lleva al lector a hacerse una pregunta con tres caras: ¿es posible vivir con menos?, ¿es posible vivir "bien" con menos?, ¿estamos dispuestos a vivir con menos, a seguir el "camino hacia el menos", en palabras del alemán?

La primera interrogante tiene una contestación evidente: por supuesto que es posible vivir con menos, millones de personas lo hacen en todo el mundo mientras nosotros nos entregamos con plenitud al despilfarro; el núcleo del debate radica en la respuesta a la tercera cuestión, y en esa zona los ciudadanos de a pie podemos, si lo deseamos, tener un protagonismo decisivo, y no únicamente cada cuatro años. Pero entonces hay que responder sincera y conscientemente a una nueva cuestión: ¿qué significa "vivir bien"?: ¿poseerlo todo y, además, de forma instantánea? Sempere apuesta por "una vida más frugal", ya que "el bienestar no se mide solo, ni principalmente, por la abundancia"; Linz, por los "beneficios inmateriales con que solo yo puedo retribuirme", y evoca una tendencia que, si bien con timidez y a pesar de Sarkozy, comienza a imponerse: la de trabajar menos, "en vez de ganar más y así poder gastar más".

Cooperación y racionalidad
En definitiva, se trata de aprender a vivir dentro de los límites del planeta si realmente deseamos preservarlo, y de paso ser un poco más solidarios con quienes, a miles de kilómetros o al doblar la esquina, existen pese a haber sido condenados, indecentemente, a la invisibilidad. Pero hay mucho por hacer.

Para empezar, asumir el contexto en el que nos hallamos: el de un sistema cuyo cometido esencial es "producir sujetos deseantes", "hacer a los individuos conscientes de sus carencias, obligarles a que se sientan frustrados, fomentar la envidia hacia el vecino, inducir una torpe emulación inacabable, para ofrecer después una salida fácil a su decepción: comprar" (José Antonio Marina, Las arquitecturas del deseo, Anagrama). El "mundo civilizado" ha construido una dinámica incoherente en la que, en aras de cierta riqueza únicamente económica, primero se produce, luego se empuja al consumo; en esa enloquecida espiral las cifras del exceso resuenan obscenas. Un ejemplo: el periodista italiano Carlo Petrini, uno de los fundadores del movimiento Slow, autor de Bueno, limpio y justo: principios de una nueva gastronomía (Ediciones Polifemo), afirma que en el mundo se produce comida para 12.000 millones personas, cuando tan solo somos 6.300: de ellos, 1.700 padecen diabetes, obesidad o sobrepeso; 855 exclusivamente hambre.

Desde la lentitud, como desean Petrini y sus correligionarios de Slow Society, pero sin pausa, es necesario acerar la voluntad moral, política y ciudadana por construir ese otro mundo, sin duda posible, en el que se imponga la cooperación entre los humanos y la racionalidad ante el entorno en el que vivimos. E. T. Schumacher, economista nacido en Alemania pero británico desde 1946 hasta su muerte (1977), autor de Lo pequeño es hermoso (1973), uno de los libros más influyentes de la segunda mitad del siglo pasado, escribió: "Debemos vivir con sencillez para que otros, sencillamente, puedan vivir". Creo que nadie podrá refinar mejor la cultura que debe imponerse, sí o sí, antes de que sea ya demasiado tarde. (Publicado en el suplemento Arte y Letras del diario Información, 27 de marzo de 2008.)

Lecturas para otro mundo posible
El hambre injusta. Una crónica reciente de la lucha por los alimentos y la dignidad, de Samuel Hauenstein Swan y Bapu Vaitla (eds.). Icaria Editorial.
El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo, de Paul Collier. Turner.
Redes que dan libertad: introducción a los nuevos movimientos sociales, de Jorge Riechmann y Francisco Fernández Buey. Paidós.
Quien parte y reparte: el debate sobre la reducción del tiempo de trabajo, de Jorge Riechmann y Albert Recio. Icaria Editorial.
Un nuevo estilo de relaciones: para el cambio organizacional pendiente, de Koldo Saratxaga. Pearson Prentice Hall.
Alguien con quien hablar, de Ángel Gabilondo. Aguilar.
El descubrimiento de la lentitud, de Sten Nadolny. Círculo de Lectores.
Del buen uso de la lentitud, Pierre Sansot. Tusquets Editores.
Elogio de la lentitud, de Carl Honoré. RBA.
Guía del observador de nubes, de Gavin Pretor-Pinney. Salamandra.
Entre limones. Historia de un optimista y El loro en el limonero, de Chris Stewart. Almuzara.

Películas para otro mundo posible
Hoy empieza todo (1999), dirigida por Bertrand Tavernier y escrita por él mismo junto a Dominique Sampiero y Tiffany Tavernier. Radiografía crítica del sistema educativo, social y político de la sociedad francesa, y por extensión de la occidental, en la que se ataca abiertamente a las instituciones que conforman los tres grandes poderes de un estado moderno.
Los espigadores y la espigadora (2000), documental escrito y dirigido por la francesa Agnès Varda, recoge la forma de vida de los modernos espigadores urbanos, que ya no rebuscan los granos sueltos de las cosechas, sino los yogures que caducaron el día anterior o los restos de fruta y verdura de los mercados arrojados a los contenedores.
Reyes del reciclaje (2000), documental escrito y dirigido por Álvaro Pardo sobre la capacidad de crear e improvisar de los cubanos a la hora de hacer frente a las necesidades más cotidianas en un país desprovisto de materias básicas.
El cielo gira (2004), documental dirigido por Mercedes Álvarez, coautora del guión junto a Arturo Redín. Invita a viajar a Aldealseñor, donde nació Álvarez, un pueblo soriano habitado por apenas 14 personas que, posiblemente, está viviendo sus últimos días.
Super Size Me (2004), documental dirigido y protagonizado por el cineasta independiente Morgan Spurlock en el que se realiza una demoledora crítica a los hábitos alimenticios, y con ellos a los políticos y económicos, de los EE. UU., país donde, como es sabido, la obesidad se ha convertido en la segunda fuente de muertes evitables, solo por detrás del tabaquismo.
El jardinero fiel (2005), dirigida por Fernando Meirelles y escrita por Jeffrey Caine a partir de la novela de John Le Carré, es una valiente denuncia de la industria farmacéutica. El personaje principal, Tessa Quayle, está basado en la activista Yvette Pierpaoli, de Refugiados Internacionales, fallecida en accidente de automóvil en Albania.
Invisibles (2007), documental producido por Javier Bardem que recoge cinco historias de enfermedad y violencia sucedidas en el Congo, Bolivia, África Central y Colombia; las piezas han sido dirigidas por Mariano Barroso, Isabel Coixet, Javier Corcuera, Fernando León de Aranoa y Win Wenders.
Tierra (2007), documental escrito y dirigido por los británicos Alastair Fothergill y Mark Linfield. Un apasionante viaje por el planeta, de norte a sur y a lo largo de las cuatro estaciones, para seguir la vida de diversas especies en peligro de extinción por el calentamiento global.

Otro mundo posible en la Red
Slow Society. El movimiento Slow reivindica la lentitud como forma de escapar de la actual tendencia a la hiperactividad; de esa forma, es más fácil disfrutar y saborear la vida. Una de sus ramas es Città-slow, red de ciudades que apuestan por la desaceleración, la reducción de la presencia de automóviles o la recuperación de la calle para el ciudadano.
Intermón Oxfam. Fundado en 1956, su objetivo es cambiar el mundo para hacer de él un lugar sin pobreza donde todas las personas puedan vivir dignamente y disfrutar de sus derechos sociales y económicos.
Ciudadanos contra el Cambio Climático. Personas que asumen el compromiso individual de aplicar medidas prácticas para reducir las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.
Fotodenuncia de Greenpeace. Espacio que busca la implicación de la ciudadanía para frenar la creciente degradación del medioambiente del planeta.
Ciudad Justa. Una Ciudad Justa o Ciudad por el Comercio Justo es un modelo de ciudad que fomenta la inserción de los criterios de comercio justo en el consumo y las compras de las administraciones, comercios, empresas y otras instituciones públicas y privadas. En mayo de 2000 Gartang (Inglaterra) fue declarada "la primera Ciudad Justa del Mundo". Actualmente hay más de 300 localidades o regiones en toda Europa consideradas ciudades justas, y se trabaja en otras muchas para implantar su programa.
Instituto Wuppertal. Fundado en 1991, en Renania del Norte-Westfalia, entre sus actividades destacan el estudio y desarrollo de directrices de política medioambiental, así como de estrategias e instrumentos para promover la sostenibilidad en el ámbito regional, nacional e internacional. Su principal foco de atención es la ecología y su relación con la economía y la sociedad.
Freegan. Movimiento nacido en la costa oeste de Estados Unidos hace décadas. Sus miembros, que se comprometen a "desobedecer la orden de comprar", reciclan los alimentos que otros desechan.
The Cloud Appreciation Society. La Sociedad para la Observación de las Nubes fue fundada por el periodista Gavin Pretor-Pinney, autor de la Guía del observador de nubes. Cuenta con miles de miembros en todo el mundo.
Icaria Librería. Espacio para el pensamiento crítico y las propuestas transformadoras.

lunes, 17 de marzo de 2008

El lector asesino

En su artículo "La pequeña biblioteca de Auschwitz. La lectura en las barracas" el gran lector Alberto Manguel explica que "Habría sido casi inconcebible para un hogar berlinés de los años 30 no hacer alarde de una biblioteca", afirmación que, tomada con razonable ingenuidad, resulta decepcionantemente paradójica, sobre todo si se ha leído en La experiencia de leer, de C. S. Lewis, que la lectura implica, entre otras cosas, "ver también por otros ojos, imaginar con otras imaginaciones, sentir con otros corazones". Cómo es posible -imagino que se preguntará el cándido, yo mismo- que aquella Alemania culta cometiera una de las mayores atrocidades contra la propia Humanidad.

Sin salir de ese contexto, la prensa de ayer desvelaba la identidad del asesino de
Antoine de Saint-Exupéry, autor de Le petit prince, Vol de nuit, Pilote de guerre, Citadelle y Carnets, entre otros libros. El 31 de julio de 1944, Horst Rippert, piloto de la Luftwaffe, derribó cerca de la costa de Toulon el avión de Saint-Exupéry: la víctima tenía 44 años; el asesino, apenas 20.

Rippert ha recordado que "Era un día precioso, soleado". También que, durante la guerra, consiguió derribar 28 aparatos. "De haber sabido que Saint-Exupéry iba en ese avión -ha añadido-, no hubiera disparado. Ya entonces había leído todos sus libros, era un escritor célebre".

En sus magníficas Apostillas a 'El nombre de la rosa' Umberto Eco recuerda que el grupo del
Oulipo construyó una matriz de todas las situaciones policiacas posibles y descrubrió que "aún no se ha escrito ningún libro donde el asesino sea el lector". Aunque en otro género, la biografía de Rippert podría desmentir esa conclusión. Me gustaría leerla; sobre todo para saber si alguna vez contó la historia de El principito a sus hijos.

lunes, 10 de marzo de 2008

De aquellas aguas...

"En el siglo III, Constantino vio que el cristianismo adquiría importancia. Como la religión pagana no resolvía los problemas, ofrece al cristianismo ser la religión del imperio y los obispos se hacen con el derecho de no pagar tasas, ni impuestos de sucesión, ni tributos, cosas que existían en la jurisdicción romana. Tenían el poder del espíritu y desde entonces el poder material, sin olvidar que se hicieron con propiedades por toda Europa gracias a un documento, supuestamente escrito por Constantino en su lecho de muerte, que se demostró después que era falso". Se lo cuenta Dario Fo, Premio Nobel, a Rosana Torres en El País de ayer. Sí, de aquellas aguas estos lodos.

domingo, 2 de marzo de 2008

Ciberborges: "Vi internet"

No suelo chatear, no me gusta. Prefiero las conversaciones a la cara mediando habano y ron. No obstante, a principios de año, buscando información sobre un libro de Perla Sassón-Henry acerca de Borges y su posible previsión de internet (Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds), fui a caer de bruces en medio de una cibercharla en la que un manojo de extraños nombres (Abenjacán, eBilly, Camelot, Arizona13…) divagaban en torno a la obra del creador de Pierre Menard. Me saludaron, saludé y me mantuve atento, pero al margen, durante unos minutos.

Me disponía a abandonar a la francesa el sitio cuando Ciberborges hizo su entrada. En realidad, también él llevaba allí algún tiempo, más que yo: su ingreso se produjo a la manera de un retorno, "Como he explicado antes…". Un comentario de Arizona no le había gustado, y lo rebatió con aspereza. Lo que sigue es un resumen (desde luego a salvo de emoticones y otras licencias de este tipo de cháchara) del diálogo que mantuvimos ambos en medio de la tertulia por instantes despoblada.

Eco fue el primero
"¿Ciberborges?", pregunté. Transcurrieron varias intervenciones y dos insistencias mías antes de que contestara, con recelo. Le conté que escribía para un periódico (este) sobre la tesis de Sassón. Conocía a la autora, conocía el libro, tecleó. De hecho, no eran los primeros comentarios sobre su predicción del mundo virtual: "Eco fue el origen, supongo que lo sabe: Umberto Eco"; y se lanzó a recordar que él, en los 40 del siglo XX y en su gran cuento, más de dos décadas antes de DARPA, ya hablaba de un "lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos": "Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América –recitó–… vi tu cara…", una ojeada universal, es cierto, desde "una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor" (de apenas dos o tres centímetros de diámetro) que, ya se ha dicho, anticipaba la webcam desde la que, como en tantas célebres distopías, cualquier Gran Hermano podrá vigilar nuestros movimientos para asegurarse de que el sistema, sea el que sea, no corre peligro; porque un Aleph es "uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos", un tesoro para cualquier déspota.

Biblioteca mundial
Y no solo. Junto a esa inquietante precocidad, Ciberborges evocó su anuncio de un libro de arena sin principio ni fin cuyo número de páginas era "exactamente infinito", el germen, en su opinión, de la auténtica creación digital, permanentemente actualizada, en revisión constante, dilatada hasta la eternidad...

Hubo más (tendré que resumir, pues un diario sí es finito): "En Tlön, lo puse negro sobre blanco, no existe el plagio porque se ha establecido que todas las obras son obra de un solo autor, que es intemporal y es anónimo, y esa es la mejor definición de lo que ahora, setenta años después, vienen ustedes a llamar web 2.0". Y añadió, y no le faltaba razón, que él había creado a Ireneo Funes, "el memorioso", quien, tras un accidente equino que lo postró de por vida, estrenó la facultad de poseer "las memorias más antiguas y más triviales", así como el conocimiento de un presente "casi intolerable de tan rico y tan nítido, ¿le suena?". "Le falta la biblioteca interminable de Babel", intenté cortarle. "En absoluto. Esperaba que usted lo añadiera, estaba muy callado, creí que había muerto. ¿Cómo olvidar aquel archivo total, multiforme, que abarcaba todos los libros, que registraba todo lo que es dable expresar, en todos los idiomas; como decir la sabiduría ilimitada? La biblioteca que aunara todas las bibliotecas, una quimera que tardará poco en hacerse realidad, unos años, los pocos que se demoren en verter la tinta a la pantalla y luego construir una única biblioteca que ofrecerá no solo todas las respuestas, sino, lo más importante, tome nota, todas y cada una de las preguntas...".

"Vio usted internet, maestro", me doblegué por fin, olvidando que me escribía con un impostor; él sonrió virtualmente: "¿Qué sé yo, che? Más que visión, fue la expresión de un anhelo. Este cieguito vio en sueños su Red. Vi internet, sí, como diría yo en mi cuento. Pero no sé lo que vi: no sé si sueño o pesadilla, de veras, no lo sé". Deseé que sueño, y él compartió mi esperanza añadiéndole un símbolo de duda.

Llegados a este punto, comprendí que debía tomarme una cierta libertad: "Ciberborges, ¿quién eres?". "El alma virtual de Borges", respondió, y añadió una carita satisfecha. "¿Volveremos a encontrarnos?". Hubo un silencio: un tiempo en blanco, unos segundos sin vida. "Puede –contestó–. Aunque quizá nos llamemos de otro modo". (Publicado en el suplemento Arte y Letras del diario Información, 29 de febrero de 2008.)

jueves, 28 de febrero de 2008

25.000 alicantinos

El pasado día 23 escribí en este blog que el grupo municipal del PP de Alicante había votado en contra de una moción para que el Ayuntamiento aplique la ley de la Memoria Histórica y anule la distinción a Franco como Hijo Predilecto de la ciudad (1940) y la concesión al mismo dictador de la Medalla de Oro (1966).

Tras esa negativa, el alcalde, Luis Díaz Alperi, condicionó la retirada de esos honores a que se reunieran las firmas de más de 25.000 vecinos empadronados en Alicante a favor de esa propuesta.

Si quieres ser uno de estos 25.000 alicantinos, pincha aquí.

martes, 26 de febrero de 2008

Contra el pensamiento único (el único pensamiento)

Tal vez, lo primero que llama la atención sobre Farenheit 451 (Minotauro), de Ray Bradbury, es su año de escritura, 1953. Ese mismo año Arthur Miller estrenó Las brujas de Salem, pieza teatral con la que denunciaba, al igual que Bradbury con Farenheit, la caza de brujas que masacró la intelectualidad estadounidense entre 1950 y 1956. Ese mismo 1953 moría Stalin en la URSS y eran ejecutados, es decir, asesinados, los Rosenberg en EE. UU.

No, 1953 no fue un buen año, pero la Humanidad no venía precisamente del Paraíso: en el 45 había acabado la II Gran Guerra con las increíbles guindas de Hiroshima y Nagasaki, Europa estaba en ruinas y el mundo comenzaba a ser plenamente consciente de hasta qué punto había sido monstruoso el nazismo, en Sudáfrica (en el 48) se instauraba el apartheid, Mao llegaba al poder en China en el 49 (el año de 1984, de Orwell) y en el 51 EE. UU. iniciaba la escalada atómica.

Mientras todo eso (todas esas miserias) sucedía, Bradbury ideaba y redactaba una novela que transcurría en su propio país algunos o muchos años después. Una ficción especulativa que François Truffaut llevaría al cine en 1966 y que se ha convertido con el tiempo en uno de los títulos principales del catálogo de distopías literarias y cinematográficas junto a la citada 1984, La máquina del tiempo (de H. G. Wells), Metrópolis (de Fritz Lang), Un mundo feliz (de Huxley) o La naranja mecánica (de Burgess).

La novela de Bradbury presenta un mundo en el que se ha anulado la capacidad de pensar. El gobierno establece las ideas, y todo lo que se atreva a minar esa norma se convierte en elemento antisocial que es preciso reducir. La lectura es un peligro, ya que, como asegura un viejo profesor de Literatura, "los libros muestran los poros del rostro de la vida"; pero, además, son memoria del pasado y un abanico de argumentos, dos aspectos contra los que lucha la nueva sociedad, antipasatista, propiciadora del pensamiento único.

Frente a los libros, que urge destruir por medio del fuego (la Historia está repleta de biblioclastas: léase el trabajo de Fernando Báez, en Destino), se alzan las pastillas de todo tipo y el televisor, que "te dice lo que debes pensar y te lo dice a gritos", que se permite incluso sustituir a la familia. Montag, el protagonista de la novela, bombero que en el mundo absurdo ideado por Bradbury se dedica a quemar libros, pasa de siervo a contestatario y, de esa forma, introduce un elemento de esperanza que, en su huida, nos transporta hasta los bosques habitados por los hombres-libro, rebeldes decididos a reventar los barrotes del gran calabozo. Todos ellos han aprendido de memoria un libro; así, cuando las circunstancias sean propicias podrán volver a construir un mundo mejor que aproveche las lecciones de la memoria y la riqueza que surge de la diversidad de ideas. ¿Qué libro hubiese memorizado yo en ese bosque? Sin duda uno magnífico que escribió Cervantes, pero este de Bradbury tampoco habría sido mala opción, por si las moscas. "Allí donde queman libros -escribió Heine, y desgracidamente sobran los ejemplos-, acaban quemando hombres".

sábado, 23 de febrero de 2008

Hijos predilectos

Hace tres años me marché de Alicante, la ciudad donde nací y viví casi 40 años. Por razones familiares, suelo visitarla una vez a la semana, procuro que no más. Cada vez la reconozco menos: me acuerdo del escritor Julio Llamazares señalando, en televisión, el agua de un pantano a su espalda y confesando "Yo nací ahí", o sea, en un pueblo desaparecido bajo las aguas. También yo podría sollozar "Yo nací ahí" para señalar a continuación un pantano de cemento, que en eso, a fin de cuentas, se está convirtiendo Alicante, para mayor gloria económica de quienes la gobiernan.

Pero, además, Alicante me es cada vez más ajena, y me alegro infinitamente de haberla abandonado cuando leo en el periódico noticias como la de hoy: Franco seguirá siendo hijo predilecto de Alicante. El alcalde así lo ha decidido porque, afirma, no cree que el tema "preocupe a los alicantinos". A mí sí, incluso lejos de la ciudad. No solo me preocupa, sino que me asquea pensar que ese asesino continúa siendo hijo predilecto del lugar donde, como he dicho, nací y he vivido 40 años y conservo amigos y familiares.

Incapaz de tener un recuerdo para cuantos defendieron hasta el último segundo la legalidad democrática de la República, este alcalde (evidentemente del PP) mira hacia otro lado cuando se trata no ya de despojar de un título al dictador, sino de sacarle brillo a la dignidad de Alicante. No olvidemos quién fundó su partido.

P.D.: Casualmente Forges dedica hoy su viñeta en El País a quienes aún no han logrado desembarzarse de la inspiración franquista.

lunes, 4 de febrero de 2008

Menú degustación de versos

Hace algún tiempo leí una poética perfecta pronunciada por alguien cuyo nombre me era absolutamente desconocido: "Escribo para ser mejor persona". Lo decía, en El País, Francisco Mateu (Grau de València, 1958), maître y poeta. Tomé nota de la cita, decidí aplicarme el cuento y prometí investigar hasta dar con los versos de aquel escritor buena gente. He tardado en encontrarlo, pero, por fin, gracias al anuncio de su última publicación, la plaquette Entre 12 meses, he conseguido hacerlo mío.

O, mejor dicho, él me ha hecho suyo, no solo poéticamente, pues he podido constatar en biblioteca propia que, en efecto, Mateu escribe para ser mejor persona... y lo consigue. Gracias a ello he tenido la suerte de disfrutar de sus cuatro libros (Cita amb ningú, Chez Lyon blues, Descorchados y el citado Entre 12 meses, publicados todos por Afers), es decir, de una poesía que rezuma cariño y humor, generosidad y agradecimiento, vida, mucha vida, y desde luego poesía: una poesía con la que he sonreído (en "Julio": "Qué bien te comes / ese bacalao a la espalda / con ese vino que te sirvo, / tan verde como te miro. / De postre, pídete al de la casa. / Cuando todos se hayan ido."), pero también he viajado hacia otras poesías estimadas, pongo por caso la de aquellos intensos japoneses capaces de quintaesenciar media vida en tres versos; Mateu ha necesitado dos más: "Si me das mañana / una brisa que mueva / las ramas de los árboles / cuando a ellos me acerque, / naturaleza, será suficiente".

Desde su restaurante, Chez Lyon, que algún día visitaré aunque solo sea por justicia poética, Francisco Mateu alimenta cuerpos y espíritus. Con calma, sin maldad, sin necesidad de venderse a nadie. "Soy afortunado -escribe-, / tengo dos pies / en el suelo / y una mente capaz / de mandarlos a paseo", lo cual es una excelente plataforma para escribir, cocinar, vivir y ser, sobre todo ser: por supuesto, mejor persona.

sábado, 2 de febrero de 2008

Un escritor libre

Creo que me habría gustado conocer a Julien Gracq. En realidad, a quien me habría gustado conocer, creo, es a Louis Poirier; con Gracq cualquiera puede intimar cuando le plazca a través de sus libros: de sus novelas (El mar de las Sirtes, En el castillo de Argol...), de sus ensayos (Leyendo, escribiendo; A lo largo del camino...)... Pero con Poirier, el hombre semioculto tras el seudónimo Julien Gracq, ya no me podré encontrar nunca: murió a finales del pasado año. De ser posible, habría sido encantador, imagino, citarnos en su casa de Saint-Florent-le Vieil, un apacible pueblecito a orillas del Loira, entre Angers y Nantes, la ciudad en la que nació uno de los culpables de que Poirier se convirtiera en Gracq, es decir, se hiciese escritor: Julio Verne, claro.

Premio Goncourt
El mexicano José Abdón Flores describió muy bien a Gracq: "Es en parte el escritor soñado por Kafka: recluido en un cuarto y cuya única razón de ser es la escritura". Como Salinger, como Thomas Pynchon, Gracq despreciaba la fama. Esta historia ya se ha contado muchas veces, al menos tras su muerte: en 1951 rechazó el Premio Goncourt, el más prestigioso de Francia (el Planeta francés, le llaman), para su Mar de las Sirtes; dos meses después publicó el artículo "La literatura en el estómago", diatriba contra los premios literarios pero, sobre todo, contra los autores más preocupados por difundir su negocio que por la propia escritura. Fue una época interesante: los grandes editores haciéndole ofertas irrechazables que Gracq rechazaba sin dudar. Años antes uno de esos tentadores había despreciado su primer libro, el ya citado En el castillo de Argol, que en 1938 publicaría la modesta, pero ejemplar, casa editorial de José Corti, el editor de los surrealistas (su lema, "Rien de Commun"), a quien Gracq fue, desde ese momento, siempre fiel.

Un pez con armadura
No fue el Goncourt el único galardón al que Gracq hizo de menos. Joan de Sagarra, en su artículo "¿Le gusta el rugby?" (por favor, léanlo: merece la pena), cuenta que también rechazó la Legión de Honor, la Acadèmie ("a él se la ofrecieron, cuando otros tienen que mendigarla") e incluso "los almuerzos en el Elíseo con el presidente Mitterrand, uno de sus devotos lectores. Gracq sostenía que Mitterrand era un gafe. Y algo debía llevar de razón, porque, en 1980, cuando la camioneta de una lavandería atropelló a Roland Barthes causándole la muerte, este salía de almorzar con François Mitterrand". De Sagarra tuvo la fortuna de conocer a Gracq, o a Poirier: un único encuentro en febrero de 2002 en la casa de Saint-Florent, qué envidia, para ver un Francia-Italia de rugby y charlar "de un montón de cosas, salvo de literatura". No se lo dijo, pero su madre, la del catalán, llamaba al francés lucio, nombre de "pez medieval y caballeresco, con una imponente armadura" (que pasa la mayor parte del tiempo escondido entre la vegetación), un mote cariñoso porque ella admiraba al autor pero también la sabrosa carne de aquel pez, "las famosas quenelles de brochet", no las conozco.

Literatura libre
Tras tratarlo un poco a través de su literatura, libre al igual que él, Gracq/Poirier me recuerda un fragmento del Cyrano de Rostand que resumo, pero merece la pena leer entero: "¿Y qué tendría que hacer? ¿Buscar un protector, tomar un amo y, como una hiedra oscura que rodea un tronco lamiéndole la corteza, subir con astucia en vez de elevarme por la fuerza? ¡No, gracias! ¿Dedicar, como todos hacen, versos a los financieros? ¿Convertirme en bufón con la vil esperanza de ver nacer una sonrisa amable en los labios de un ministro? ¡No, gracias! […] ¿Calcular, tener miedo, estar pálido, preferir hacer una visita antes que un poema, releer memoriales, hacerse presentar? ¡No, gracias! ¡No, gracias! ¡No, gracias!". Recientemente, Acantilado ha publicado en España A lo largo del camino, "una buena introducción al planeta Gracq", dice De Sagarra. Traducido por Cecilia Yepes, el volumen (precioso, como todos los de la editorial, erratas y despistes aparte) se articula como un cuaderno de anotaciones que fluyen desde el apacible recuerdo literario, geográfico, histórico del autor. "Yo sólo opino en conversaciones entre dos, y si se trata de un campo preciso en el que tenga algunas razones o datos que aportar", leo y subrayo el consejo y procuraré tenerlo siempre presente. Una lectura, en fin, no solo sabia, sino diría obligatoria, como antídoto contra el vértigo tantas veces baldío del mundo actual. (Publicado en el suplemento Arte y Letras del diario Información, 31 de enero de 2008.)

domingo, 27 de enero de 2008

Lástima de incultura

Hace una semana la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica plantó un almendro en flor en el espacio donde estuvo el Campo de los Almendros, en Alicante. Junto al árbol, enmarcado por los colores de la bandera española de la II República, podía leerse este texto: "En este lugar estuvo el Campo de Almendros y aquí está su memorial".

Apenas 48 horas más tarde, el árbol fue brutalmente arrancado y el cartel manchado con símbolos fascistas y la palabra asesinos, que sin duda describe perfectamente a quienes son dignos de la admiración de estos vándalos iletrados, analfabetos, incultos hasta causar pena, ni siquiera risa.

Es evidente que en cualquier país, por civilizado que sea, pueden andar sueltos unos cuantos cabestros ignorantes que insulten a las víctimas y jaleen a los verdugos; lo preocupante, y nauseabundo, es que las instituciones (que se suponen que han de dar ejemplo) miren para otro lado cuando algo así ocurre, suceda donde suceda, en Alicante o en Euskadi. Las víctimas de la intolerancia merecen siempre nuestra solidaridad, aunque no se las pueda utilizar para obtener votos.

miércoles, 16 de enero de 2008

Español para zurdos

¿Se dice "este águila" o "esta águila"? ¿Es correcto escribir "currículums"? ¿Venden en algún sitio DVD's?

Estas dudas, y otras de semejante jaez, se resuelven en un blog, titulado Español para zurdos, pensado para resolver dudas del español y errores comunes. Además de conocimiento, las entradas proporcionan unas cuantas risas, lo cual es digno de agradecer. "Enseñar deleitando", decía el clásico, uno de ellos.

El autor de esta bitácora es Paco Sanguino, también conocido como El cosmonauta Paquito. Es decir, que sabe de lo que habla.

lunes, 7 de enero de 2008

Una larga paciencia

En el aeropuerto, poco antes de viajar hacia la hermosa ciudad de Maastricht, y de allí a Colonia, leo (en Vivir (bien) con menos, publicado por Icaria) el siguiente razonamiento de Jorge Riechmann: "Mejorar la calidad de vida, avanzar hacia la sostenibilidad, requiere no solamente hacer (cosas, obras, grandes proezas tecnológicas, etc.), sino también no hacer, dejar de hacer. Esto plantea un problema en primera instancia a tecnólogos e ingenieros; y más allá de ellos a toda nuestra cultura occidental, tan presa del hacer". Inmediatamente subrayo la cita y apunto al margen: "Sarkozy/Chávez vs. Zapatero", pues los dos primeros simbolizan perfectamente, en mi opinión, esa propensión tan actual a la realización a toda costa frente al Presidente español, más dado a reflexionar antes de actuar, por lo que se le ha criticado bastantes veces como si dedicar tiempo a pensar fuese estigma inequívoco de débiles. (Un detalle entre paréntesis: antes de acabar el pasado año se celebró una cumbre franco-italo-española a cuyo final comparecieron juntos los máximos gobernantes de cada país; Prodi, en el centro, ofreció las manos a sus colegas; el francés atenazó con las suyas la derecha o izquierda, no lo recuerdo, del italiano y comenzó a agitarla, mientras Zapatero tomaba la izquierda o derecha de Prodi y, simplemente, la sostenía.)

La tumba de los Reyes Magos
Tras recorrer Maastricht y dedicar unas horas a Aquisgrán, llegamos a Colonia. Nada más abandonar la estación aparece ante nosotros la gigantesca catedral, el monumento, aseguran, más visitado de Alemania. Con sus 157 metros de altura, fue el edificio más alto del mundo hasta la culminación de la catedral de Ulm (también en Alemania) en 1890, con 161,5 metros, y la posterior construcción de la Torre Eiffel. He estado varias veces a los pies de la francesa, pero jamás me ha impresionado tanto como esta mole que, ahora, se levanta ante mí guardando, según la tradición católica, los restos de los tres Reyes Magos.

La Kölner Dom es la mayor catedral alemana y la gótica de mayores dimensiones del mundo. Su construcción comenzó en 1248 y finalizó en 1880: 632 años de trabajo que inspiraron, incluso, una novela, Las sombras de la Catedral, de Frank Schätzing. Tuvo que remontar dos graves crisis: la primera, en 1510, cuando se interrumpió su levantamiento por problemas económicos; posteriormente, durante la II Guerra Mundial, debido a los bombardeos de los aliados, imagen desoladora que puede adquirirse en los puestos de postales de los alrededores.

Desde aquí abajo, mientras alzo la mirada, vuelvo a recordar el texto de Riechmann que unos días antes había subrayado en el aeropuerto: "la cultura occidental, tran presa del hacer...". Más aún, del hacer a toda prisa, crear para destruir de inmediato, leña que avive el incendio desquiciado del consumismo. Este decadente pero bello edificio que se levanta ante mí, obligándome casi a romperme el cuello si quiero avistar su cúspide, habla, consideraciones religiosas (que no profeso) al margen, del trabajo concienzudo, pensado, hecho para perdurar. Más de seis siglos que culminan en una obra artística emocionante, frente a ese vértigo de nuestro presente que convoca el origen y la muerte casi a un tiempo.

"El talento es una larga paciencia", escribió Flaubert.

 
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