domingo, 13 de abril de 2008

Por la República de Arbórea

Tras el punto final, una cifra entre paréntesis llama la atención del lector: 1957; y arroja, a poco que se investigue, luz sobre lo leído, aunque sin ella la novela resulta igual de luminosa.

Italo Calvino escribió El barón rampante (segunda parte de su trilogía Nuestros antepasados, inaugurada con El vizconde demediado, en 1952; finalizada con El caballero inexistente, en 1959) entre 1956 y 1957. A finales del 56, en noviembre, la Unión Soviética aplastó el movimiento antiestalinista húngaro, lo que llevó a Calvino a abandonar el Partido Comunista Italiano, en el que militaba desde el fin de la II Guerra Mundial.

La crítica suele coincidir en que El barón rampante, con la que el autor italiano nacido en Cuba obtuvo el Premio Viareggio, es fruto de su decepción ideológica. No lo pongo en duda, si bien, como toda gran obra, me parece evidente que su visión es mucho más amplia. Su historia comienza, como es sabido, cuando un niño de 12 años, Cósimo Piovasco di Rondò, asciende a una encina como señal de protesta ante una imposición paterna y decide no bajar de allí jamás; y lo cumple.

El propio Calvino resumió así la idea de su novela: "Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros". Cósimo no abandonará nunca las ramas; incluso, hacia el final del libro, confirmará su decisión, tomada tantos años atrás: "je fais une chose tout à fait bonne: je vis dans les arbres". Sin embargo, eso no le apartará de los demás, sino que intentará siempre ayudar a quien se le cruce por delante, ya sean unos pobres carboneros o un bandido reconvertido en lector voraz (Gian dei Brughi, en uno de los mejores episodios del relato). Biagio, hermano de Cósimo y narrador de la novela, recordará que el barón "llevó siempre consigo la imagen insólita del caballero abogado [Enea Silvio Carrega] como advertencia de aquello en que puede convertirse el hombre que separa su suerte de la de los demás, y consiguió no parecérsele nunca". Me recuerda una magnífica descripción de sí mismo, y por añadidura del escritor en general, que hizo Antonio Gala: "Yo soy -dijo- un solitario solidario".

Novela ecologista, novela de amor, novela de compromiso, novela de aventuras, novela socialista... Hay varias novelas en esta novela de Italo Calvino, quizá su mejor libro, cuya lectura se hace imprescindible recomendar. Novela, finalmente, principalmente, sobre la coherencia, escrita por alguien que se negó a ser cómplice de las imposiciones sin abandonar jamás el trabajo por un mundo más justo. "No podía decirlo con palabras, sino viviendo como vivió", dice Biagio sobre su hermano: Calvino lo dijo de ambos modos.

3 comentarios:

Alejandra dijo...

El libro del Barón Rampante consiste en la historia de una familia, compuesta por una serie de miembros con muy diversas personalidades y preocupaciones. Una madre cuyo mayor afán es la guerra, un padre obsesionado con la posición social, una hermana un tanto grotesca y finalmente los dos pequeños, destacando a Cosimo, un jovencito de 12 años que un día decide subir a un árbol para no volver a bajar nunca, rebelándose de este peculiar modo contra su padre y su hermano pequeño, que decide contar lo historia de aquél.

Aunque en el libro se habla de la historia de cada uno de los miembros de la familia, junto con otros personajes relacionados con ella, Cosimo, es el principal. Su conducta bien podría tildarse de extravagante e incomprensible, tanto por los personajes que forman parte de la historia como por el propio lector a lo largo de la lectura, sin embargo el se mantiene fiel a sus convicciones y a su decisión. Se trata pues, de la historia de una obstinación, destacando la importancia de ser auténtico, de ser uno mismo y de mantener unos principios a pesar de las adversidades, es la esencia del libro, junto con la necesidad de saber comprender a los demás, de ayudar, de no dejarse llevar por las primeras impresiones y del peligro del orgullo. Es un libro fascinante que sirve de reflexión y proporciona lecciones para la vida.

Decir que en ciertos momentos me he visto reflejada en la persona de Cosimo, me ha recordado situaciones ya vividas en las que me hubiese gustado alzarme bien contra los padres, en la niñez, o contra cualquier otra autoridad, siendo adulta, sin embargo por falta de valentía o decisión ese alzamiento se quedó o ha quedado en una simple intención o simplemente he dejado pasar el tiempo. Precisamente una de las cosas que me ha gustado del libro, es el mensaje, que para mí, contiene, que es bueno de vez en cuando “levantar la voz” contra los mandatos o directrices establecidas que es fundamental ser fiel a nosotros mismos y a nuestras decisiones sin importar el qué dirán.


Alejandra

Carlos dijo...

El Barón Rampante, de Italo Calvino.

Huelga decir que si no me hubiera gustado, y mucho, no estaría escribiendo esto. Os pido disculpas anticipadamente, si encontráis mucho énfasis en mis afirmaciones y falta de criterio. Pero esto se debe básicamente a dos razones: la primera: porque siempre me ha encantado la literatura fantástica; la segunda porque siempre me ha encantado trepar por los árboles y despegarme, cual barón rampante, del día a día.

Nunca he sabido bien a que se debe, sin embargo ¡a mis treinta y tantos! he encontrado en este libro un extraño reflejo de algunas de las metas que me gustaría alcanzar. Y dicho esto, entro a comentar más aspectos propios del libro y del barón, que personales.

La novela está escrita, entiendo, con sencillez. Apta y recomendable incluso para muy jóvenes, como novela de aventuras. La trama se va desarrollando paulatinamente conforme vamos conociendo y creciendo junto a la vida del baroncillo. Y el ritmo narrativo, desde mi punto de vista, se mantiene siempre, ¡como no!, “por todo lo alto”. Vaya… que las peripecias y aventuras de Cosimo, nunca me han llegado aburrir.

Lo que mas me gusta es como a partir de una idea argumental sencilla: “un tipo que decide vivir entre las ramas de los árboles”, Calvino estira el chicle de su creatividad, para mostrarnos todos los aspectos de la vida de Cosimo. La mayor parte, disparatados y cómicos… y otros con un pequeño trasfondo mas poético, y si me permitís, moral.

Es curioso como con el pasar de hojas y peripecias del Barón Rampante (al igual que los vecinos de Ombrosa) nos vamos sintiendo cada vez más cómodos. Y lo que inicialmente es algo inaudito, un tipo colgado de las ramas permanentemente, se termina convirtiendo en un hecho aceptado y casi normal.

Me ha gustado mucho como el hermano, en cuanto a su papel de narrador, se burla de su familia y de todo lo que les rodea: las formas y educaciones impuestas por su estatus; los sucesivos vaivenes políticos que nada terminan de cambiar; las extrañas costumbres de logias masónicas o exiliados españoles; las caricaturización algo misógina del mundo femenino: tan incomprensible como absurdo desde la óptica del narrador (la Generala madre, la temperamental Viola, la “monja domestica” Battista …); y todos esos personajes que rodean al protagonista: el abate, el Caballero “abogado Enea Silvio Carrega vestido a la turca”, el bandido Gian de Brughi que poco a poco se vuelve loco con la lectura, como don Quijote (que no falte una cita de Cervantes…). Cada uno de estos personajes daría mucho que hablar, y sobre todo que reír…

En estas burlas creo entrever algo del carácter italiano, siempre “tirando la piedra y escondiendo la mano” o parafraseando la novela (y en relación a la actitud de los ombreses frente a la revolución francesa) “confirmando las causas y nunca los efectos”. Es decir siempre dispuesto a criticar con ironía la realidad, pero nunca a comprometerse demasiado con ella. El único que se salva de la hoguera, paradójicamente es “el loco” de su hermano Cosimo.

Además de todo este abanico de personajes un poco taraos, Italo Calvino, deja entrever, con pequeñas estocadas un trasfondo de cierta moral o ética en la actitud del Barón Rampante desde el momento en que se niega en redondo a comer los caracoles que su hermana le había preparado. Yo, describiría a Cosimo como un personaje buscador de ideales, tenaz, y preocupado por lo que le pasa a los demás.

Desde su encierro arbóreo, nos enseña como para comprender, quizás haya que separarse un poco y así poder observar. Pero sin abandonar ni olvidar sin embargo cuál es nuestra identidad (así es como Cosimo entre las ramas vuelve a adoptar hábitos higiénicos, a bien vestirse, vuelve a educarse, a trabajar, a leer…).

Al decidir subir a los árboles, no se trata de una rabieta adolescente, sino una decisión madura, en la que hay mucho de libertad y sabio equilibrio entre lo que uno debe ser para si mismo y para los demás. Resulta conmovedor como se preocupa por sus convecinos cuando, no tendría porqué, ni en su cualidad de barón (la previa) ni en su cualidad de pájaro (la adquirida). Y con estos gestos apela, a un socialismo bien entendido donde ¡tus problemas son los míos” y viceversa, y por eso debemos animarnos a trabajar todos juntos para superarlos. En ese sentido está claro como Italo Calvino, con el ejemplo del Barón Rampante, aboga por la abolición de clases y privilegios, como parte del status quo causante de la injusticia social.

Y por último, y por no alargarme, que duda cabe que desde las frondosidades y densos bosques de la novela, el autor introduce precozmente (¡fue escrita en 1957!) cierta visión ecologista y de respeto por el medio ambiente.

Es posible que algunos tildaran algunos pasajes del libro de pretenciosamente bucólicos, pero que mejor manera que pasar la existencia que soñando, y esperando que algún día “un ancla de un montgolfier” nos arranque de este mundo, para pasar a otro mejor.

Ramón Madrigal dijo...

Italo Calvino toma al protagonista de EL BARÓN RAMPANTE y lo sube a los árboles en la primera página . Cósimo Piovasco de Rondó, cuando se rebela por una nimiedad, es un adolescente con peluca empolvada, que viste en ese momento la ridícula indumentaria de la nobleza del XVIII. Y parece que ahí se va a quedar hasta el final. Enseguida adivinamos que ese es el juego. Italo Calvino obliga al lector a aceptar el absurdo. ¿Un canto a la rebeldía?, ¿una particular versión del “buen salvaje”?, ¿La construcción de una atalaya moral desde donde vivir la vida? O porque... “desde los árboles meo más lejos”. En cualquier caso, si el lector acepta el reto, será testigo de una gran historia que, en mi opinión sólo es la excusa para que el autor pueda desgranar sus principios éticos. No creo que sea casual que, una vez desencantado con la tiranía del comunismo ruso, utilice de marco histórico de esta novela de 1957, la Ilustración y la Revolución Francesa, con la plasmación de todo lo que de bueno tuvieron ambas. Es la fuente de la ideología; el cimiento de los grandes principios. Están bien patentes, tanto a lo largo de la historia principal de la vida del barón, como de las historias derivadas a modo de ramas del tronco principal que en libro hay. (“...He oído que te afanas por el provecho común”...)
El relato, bien estructurado y bien contado, no está exento de rasgos líricos :“Por la noche, solo, con lo ojos amarillos de los búhos, le daba por soñar con el amor”...”Era un verano rebosante de lunas llenas, croar de ranas, silbidos de pinzones...” Tiene también unas gotas de erotismo sutil: “...—Para ti— y se desabrochó la blusa blanca. El pecho era joven y con los botones rosados, Cósimo apenas llegó a rozarlo... Se le acercó. Viola era de oro y miel. –Dime...—Dime...—...Se conocieron.”
Pero El Barón Rampante tiene más que todo eso eso. Aporta conocimientos de historia, de geografía, de filosofía, de latín...; es políglota. Es un manual de botánica y un tratado de ecología bien entendida, en armonía con la explotación agrícola, la hidráulica y la apicultura. Es apologético de la lectura. Resalta los valores humanos. Y proclama el pacifismo: « Vous savez monsieur, les armés font toujours de dégâts, quelles que soient les idées qu’elles apportent » .
En fin, El Barón Rampante, de Italo Calvino, es uno de esos libros que, además de entretener, si no te hacen un poco mejor persona es porque no quieres.
Ramón Madrigal - 21 de abril de 2008

 
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