domingo, 23 de noviembre de 2008

El mejor taller de escritura

En la conversación que Gabriel García Márquez sostuvo con Plinio Apuleyo Mendoza y que fue publicada como El olor de la guayaba, el Nobel de 1982 aseguraba que no eran de su interés las ideas que no resistían muchos años de abandono. A lo largo de su dilatada trayectoria literaria, iniciada en los años 50 con La hojarasca, ofrece múltiples ejemplos: uno de ellos, su Crónica de una muerte anunciada (parte de su cuarteto de imprescindibles, junto a El coronel no tiene quien le escriba, Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera), que narra un suceso de mitad del siglo XX escrito casi 30 años después.

El propio Gabo asegura que la Crónica... no es sino un capítulo más de su gran libro sobre la soledad, en el que lleva trabajando 50 años. Además, se convierte en una "condena de la esencia machista de nuestra sociedad", como él mismo asegura; y por eso, y por el retrato que construye de un colectivo sediento del espectáculo de la muerte, esta novela corta con perfume de la Fuenteovejuna de Lope resulta por desgracia tan actual como cuando la historia real sucedió (1951) o el libro se hizo público (1981).

Escritura perfecta
La contundencia de su primera frase, perfecta, no decae en el resto del relato, cuya línea de intensidad aumenta por momentos, hasta llegar al fin. Esa mezcla de periodismo y literatura cautiva al punto de exigir la lectura continua del libro sin posibilidad de abandono. Aquí, en este texto, y en otros muchos de García Márquez, está compendiada toda la sabiduría de los maestros de la narración, que, más que contar, hipnotizan, embrujan, impiden prácticamente el aliento.

3 comentarios:

Ramón Madrigal dijo...

“Crónica de una muerte anunciada” es la narración periodística sobre un hecho luctuoso acaecido en un pueblo colombiano del tamaño en que todos conocen a todos. Está tejido con los recuerdos del narrador, como testigo perteneciente a la comunidad, y con el fruto de su investigación. Nos cuenta lo que vio y lo que pudo averiguar. Es pues periodismo en estado puro. El autor no quiere tomarse la licencia de inventar nada que el narrador no sepa, y con la duda nos quedamos el autor y nosotros (Ángela Vicario confesó “el milagro pero no el santo”). García Márquez quiere así aparentar la neutralidad del periodista, como no quiriéndo dejar ver al novelista. Pero bajo la piel del narrador, el autor construye una pieza magistral de alta literatura. Porque periodísticamente se podría contar lo acaecido de otras maneras, pero no mejor. Y porque en esa breve narración se compendian los grandes temas de la literatura: el honor, la vida y la muerte, el destino... Y los grandes sentimientos: la amistad, el amor y el odio, las pasiones... con la suficiente nitidez como para ser reconocidos. Y porque los 87 personajes que transitan por sus poco más de cien páginas (51 con su nombre), están bien definidos y son reconicibles. Y porque consigue que en un par de horas el lector llegue a tener la impresión de que ha vivido en Manaure toda su vida y conoce a todos sus habitantes. En “Crónica de una muerte anunciada” está la tregedia griega, el teatro clásico español... está el mejor García Márquez. Está la eterna búsqueda del equilibrio entre el albedrío y la fatalidad que recordara Cherteston. Y contiene otros muchos temas sugerentes para el debate, como el papel de la mujer (y del hombre) en la sociedad, y la evolución de sus roles.
Todo eso me ha interesado mucho, pero lo que más ha llamdo mi atención en esta ocasión es la forma en cómo se consigue todo eso en tan pocas páginas. La maestría de García Márquez. La arquitectura narrativa es antológica. El tiempo narrativo es el de la mañana en que ocurren los hechos. Pero también es el del proceso, doce días después, y el de la investigación del narrador veinte años más tarde. Y es a la vez el presente de lo que viven, de lo que piensan (y sueñan) durante esos veinte años la retahíla de personajes a los que les da voz. García Márquez hace malabarismos con todos los tiempos verbales posibles sin que nos choque, porque todo encaja a la perfección. Las pinceladas con las que en unas pocas palabras queda retratado cada personaje. Y el dominio de la lengua. La simple enumeración del nombre (con su apellido) de los personajes es ya un poema de gran musicalidad: Santiago Nasar, Ángela Vicario, Bayardo San Román, Flora Miguel, Clotilde Armenta, Lázaro Aponte, Yolanda de Xius, Cristo Bedoya, Escolástica Cisneros, Árgenida Lanao, Divina Flor... Alejándonos de sus pinceladas, “Crónica de una muerte anunciada” es un bonito cuadro, una pequeña gran novela.
Ramón Madrigal, 24 de noviembre de 2008

Raquel dijo...

Hace mucho tiempo que no doy con una idea que me motive lo suficiente para escribir. Las ideas hay que buscarlas, no llegan sin más, pero parece que cuanto más busco más me alejo de mi objetivo. Sin embargo hoy volví a ojear este blog por curiosidad, quién sabe si esperando encontrar esa chispa creadora y me encuentro con "El mejor taller de escritura". No puedo menos que sonreír por la causalidad. El mejor taller de escritura es, sin duda, la lectura.

Rafael González dijo...

No lo dudes un segundo, Raquel: Bioy Casares decía que, cuanto más leía, más inspirado se sentía para escribir. Además, hay autores que te trasladan, benditos sean, su "enfermedad", y Gabo es sin duda uno de ellos. Y Cortázar. Y Carver. Al menos para mí: en cada renglón de estos y otros me surgen ideas, motivos, para escribir yo mismo; pero prefiero seguir leyéndolos, pues sé no solo que nunca los superaré, sino que es imposible que me aproxime ni de lejos. Además, con el placer de la lectura tengo de sobra: ellos escriben magníficamente lo que a mí me gustaría escribir. Un abrazo.

 
Add to Technorati Favorites