miércoles, 12 de noviembre de 2008

La soledad en palabras de Kjell Askildsen

"Si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones". De ideas así está contundentemente salpicada la obra del noruego Kjell Askildsen (Mandal, 1929), autor de un par de novelas y ocho libros de relatos, a uno de los cuales, "En el café", corresponde el sabio consejo del principio.

A Askildsen lo han llamado "el Carver europeo", lo han tildado de minimalista, lo han acusado de pertenecer al "realismo sucio". No niego que, mediatizado por cierta publicidad, la primera vez que lo leí yo también pensé en el de Tres rosas amarillas; una lectura detenida ha acabado por distanciarme, no obstante, del estereotipo: hay semejanzas de estilo, pero el nórdico posee, a tenor de su obra, un concepto del ser humano menos comprensivo, si cabe, que el del estadounidense, impresión que lo acerca mucho más a la que considera la mejor novela del XX, El extranjero, de Camus, aunque de los personajes del escandinavo emana un hálito de rabia que jamás he sentido en el indolente Mersault: quizá la rabia que también origina el desencanto.

Hemingway y su iceberg
Robbe-Grillet ("aunque a veces es aburrido", matiza) y Hemingway son otras de sus influencias confesas. En concreto, el Hemingway cuentista, también autor de una teoría, la del iceberg, que encaja perfectamente con los relatos de Askildsen, pues sin duda ocultan infinitamente más de lo que muestran, creando un desasosiego que atrapa sin remedio.

Su primer libro apareció en 1953: Desde ahora seré yo quien te lleve a casa. Hace unos meses ha llegado a España (Lengua de Trapo) una colección de título similar en la que se recogen algunos de aquellos primeros relatos y otros que recorren varias épocas de su escritura. Su lectura vale para hacerse una idea muy concreta de por dónde transita la obra de Askildsen; al comenzar el volumen, el cuento que le da título apunta una relación familiar (madre-hijo) nada fácil. Ese tipo de conflicto constituye el núcleo de su obra; en "Encuentro", Gabriel, que ha regresado al hogar paterno tras años alejado, resume lo que podríamos denominar la "poética familiar" del escritor noruego: "...si tú sólo hubieras sido mi semejante en lugar de mi padre, no habría venido a verte. ¿No significa esto que lo que nos une no es más que una convención? Somos padre e hijo, y por tanto estamos obligados a mostrarnos afecto mutuamente; si no lo hacemos, nos invade el sentimiento de culpa. Pero ¿por qué? ¿Existe alguna razón para creer que el afecto es algo genético?".

Claridad de pensamiento
El gran festín de Askildsen ha sido servido en España con Todo como antes (Debolsillo), un tomo tripartito que se inicia con Últimas notas de Thomas F. para la humanidad (Premio de la Crítica Noruega, 1983), continúa con Un vasto y desierto paisaje (Premio de la Crítica Noruega, 1992) y culmina con Los perros de Tesalónica (1996). El primero de ellos está narrado y protagonizado en su práctica totalidad por un octogenario viudo, desde luego solitario, ateo ("la locura religiosa es indignante", afirma), padre de dos hijos con los que apenas mantiene relación ("Sé que tengo muchos bisnietos, pero no conozco a ninguno de ellos", confiesa sin pena), hermano, a su pesar, de un escritor de 20 exitosos libros, escritor él mismo de 10 libros sin apenas éxito. Askildsen tenía poco más de 50 años cuando redactó estos cuentos como "una especie de avance de autobiografía" imaginando cómo podría llegar a ser su propia vida en el caso de que, en la vejez, conservara la lucidez mental y la claridad de pensamiento que llevan a su personaje a declarar, entre otras cosas, "Tenemos que estar contentos con lo bien que vivimos, dice la gente, la mayoría vive peor. Y luego toman pastillas contra el cansancio. O contra la depresión. O contra la vida".

Pero la gran obra de Kjell Askildsen es, para mí, Un vasto y desierto paisaje, compuesta por siete relatos magníficos en los que la voz del narrador se diversifica (siempre con un mismo timbre) y los temas recurrentes del escritor (la soledad, la infelicidad, el tedio vital, la familia y su miseria…) aparecen en toda su plenitud. Un cuento como el que da título al volumen debe figurar sin duda en el canon de los mejores que se hayan escrito.

"La escritura no es una cuestión lúdica, sino necesaria", afirma Askildsen, quien se define como "alguien que busca la soledad y a quien en general la soledad le gusta”. Hay un poema bellísimo y tristísimo del hermético Salvatore Quasimodo que podría ser el epígrafe perfecto para la obra de este gran escritor, al menos la que ya podemos leer en castellano: "Ognuno sta solo sul cuor della terra / trafitto da un raggio di sole: / ed è subito sera". Eso es esencialmente lo que Kjell Askildsen ha sabido reflejar con absoluto talento literario: que todos estamos solos en el centro de la tierra.

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