jueves, 12 de abril de 2007

Día de lluvia en Collioure

Sobre la tumba de Antonio Machado, en Collioure, alguien ha colocado un renglón de piedrecitas en el que puede leerse "Estos días azules y este sol de la infancia", el último verso del poeta. A nosotros nos ha hecho un día gris muy lluvioso desde que salimos de Figueres, y así ha continuado en Portbou, en Collioure, en Perpiñán.

Hemos llegado a Collioure para mostrar nuestro afecto por Machado y por aquella España violeta que pudo convertirse en un país mejor a comienzos de los años 30 del siglo pasado. Pero la Santa Inquisición no podía consentir que los súbditos salieran del oscurantismo en el que ella hace su agosto. El golpe de Estado de Franco, regado con agua bendita, reubicó al país en el subdesarrollo, que es donde el dinero, las pistolas y la superstición se hacen fuertes.

Collioure es un lugar hermoso, a orillas del mar, nada que ver con la imagen triste que yo me hice de niño, cuando me hablaban de la guerra, el exilio, la muerte de Machado. Su cercanía con la frontera española no quita para que tenga todo el aspecto de un pueblo francés. Las calles de los restaurantes huelen a crêpes sabrosísimos y la mayor parte de los menús incluyen moules et frites, una delicia. Hoy no hace día para turismo, casi diluvia, pero nos cruzamos con paisanos del otro lado de Le Perthus que luego volveremos a encontrar ante la tumba del poeta y de Ana Ruiz, su madre.

Hacía años que queríamos venir y nos da rabia que el tiempo nos haya estropeado un poco la visita; sin embargo, ha valido la pena el pequeño homenaje al hombre bueno que, "ligero de equipaje", partió de aquí rumbo a la travesía más larga. Nos quedan otros muchos lugares comunes que conocer, pero mejor no descartar el regreso, algún día, a este rincón precioso del Mediterráneo donde siempre habrá un recuerdo de "lo mejor de España", como diría Aub.

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